¿Qué cabe esperar de la Universidad en nuestro tiempo?
Debemos incorporar las tecnologías en la educación para alcanzar el futuro compartido de la humanidad en el sentido de cultivar una ciudadanía democrática y cosmopolita. Esto no conlleva un desmerecimiento del aporte que la tecnología podría hacer en el logro de un mejor funcionamiento del sistema político y del sistema económico. Sin embargo, estos sistemas deberían ser funcionales al progreso de la democracia y del cosmopolitismo.
Vivimos en un periodo de profundas, aceleradas y trascendentes transformaciones tecnológicas que afectan la política, la economía, la sociedad, la cultura y la personalidad en todo el planeta.
Adela Cortina, en su reciente libro ¿Ética o ideología de la inteligencia artificial? El eclipse de la razón comunicativa en una sociedad tecnologizada[1], analiza críticamente en doce capítulos el vertiginoso desarrollo de la inteligencia artificial y sus cuestionables rasgos ideológicos provenientes de las serias deficiencias de sus supuestos presuntamente válidos desde un punto de vista teórico empírico y la resultante vana ilusión de sus entusiastas promotores. Para estos, la IA asistida por una ética podría incluso tomar el lugar de los “débiles cerebros humanos” en la resolución de los problemas de la vida cotidiana. Cortina también identifica a algunos tecnocientíficos que esperan mucho de la IA al asegurar que podrá acabar con la enfermedad, la vejez y la muerte. Y que con las máquinas dotadas de
“valores morales como el amor, la compasión y la solidaridad crearemos una especie superior a la humana conocida. Un mundo de paz y felicidad que pondrá fin al reinado del Homo sapiens, a la época del antropoceno, marcada por las guerras y la depredación de la naturaleza”[2].
Estas pretensiones no merecen el nombre de éticas porque no se califican como ciencia y no son más que construcciones ideológicas ya que sólo los seres humanos tenemos las facultades de decidir colectivamente aquello que todos queremos. A este querer colectivo elaborado democráticamente sin exclusión alguna, Cortina denomina sociedad cosmopolita.
“Una sociedad cosmopolita [es] capaz de hacer posible la paz entre los países y el respeto de los derechos de las personas concretas. No la simple convivencia, no un modus vivendi, que siempre acaba consistiendo en que los más débiles acepten las exigencias leoninas de los poderosos para que les permitan sobrevivir, sino la verdadera paz que se consigue a través de la justicia”[3].
La autora reconoce que, aunque ignoremos la configuración económica, política y tecnológica del mundo en el que vivirán los niños y jóvenes actuales, podemos saber
“qué valores morales queremos transmitirles para que los acepten o desechen, como ocurre con cualquier tipo de herencia, pero que lo hagan desde su decisión autónoma, no desde la obediencia servil”. Entre ellos sobresalen el desarrollo de capacidades para definir metas, los hábitos necesarios para alcanzarlas y la sabiduría moral que consiste en “tratar a todos los seres humanos como intrínsecamente valiosos”[4].
“la convicción de que la educación es esencial para la vida humana trasciende las fronteras de las civilizaciones, forma parte del patrimonio de la humanidad, aunque los contenidos coincidan en parte y en parte difieren según las culturas y las generaciones”[5].
Debemos incorporar las tecnologías en la educación para alcanzar el futuro compartido de la humanidad en el sentido de cultivar una ciudadanía democrática y cosmopolita. Esto no conlleva un desmerecimiento del aporte que la tecnología podría hacer en el logro de un mejor funcionamiento del sistema político y del sistema económico. Sin embargo, estos sistemas deberían ser funcionales al progreso de la democracia y del cosmopolitismo. La ética de la IA no prescribe que el fin de la educación consista en
“preparar a los estudiantes para competir en la carrera económica y política y alcanzar el primer puesto, sea el Estado el que pugna por ese puesto […] o sea el mercado”[6].
En este desarrollo no cabe la menor duda que a la Universidad le correspondería emprender una transformación de gran envergadura en diversos ámbitos. Sólo se destacan aquí los siguientes:
- Sus objetivos de investigación que reúnan mediante un enfoque transdisciplinario el saber de las ciencias sociales y la reflexión filosófica en sus dimensiones morales y éticas.
- Sus formas organizativas que faciliten el enfoque transdisciplinario.
- Sus métodos pedagógicos.
Si hacemos esto, la Universidad de nuestro tiempo estaría más preparada para ser un actor muy relevante por sus nuevas competencias y de esta forma podría contribuir en los esfuerzos de todos los grupos y personas de la sociedad civil y del Estado en la búsqueda de la sociedad cosmopolita.
Fuente: biobiochile.cl
[1] Cortina, A., ¿Ética o ideología de la inteligencia artificial? El eclipse de la razón comunicativa en una sociedad tecnologizada (Barcelona: Paidós, 1ª edición, noviembre de 2024).
[2] Ibid., pp. 11-12.
[3] Ibid., p. 204.
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibid., p. 206.
Crisóstomo Pizarro C.
Director Ejecutivo del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso
Recommended Posts
Ciudadanos contra los incendios
Enero 20, 2025
El príncipe (in)feliz y la degradación siria
Enero 15, 2025
¿Regularización acotada o expulsión ilimitada?
Diciembre 23, 2024