El triángulo de la tristeza

“… muchas de las cuentas que se pasan hoy a la democracia, que es un régimen político, deberían ser pasadas al capitalismo, que es un sistema económico, y que ya va siendo hora de que los economistas, como lo hacen a diario los políticos, se sienten también en la silla de los acusados o cuando menos en la de los testigos”.

Agustín Squella N.
Profesor de la Universidad de Valparaíso. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso.

El triángulo de la tristeza es el título de una película que está engañando al público. Buena parte cree que el filme trata de un trío amoroso más de los muchos que ha mostrado el cine, o, en el mejor de los casos, que es  una alusión a una pequeña figura que se formaría en el entrecejo de las personas cuando están tristes. Lo cierto es que la película nada tiene que ver con tríos amorosos ni con entrecejos. Se trata de tres capítulos – el primero de los cuales me pareció más interesante que los dos finales- y que, a fin de cuentas, la película es un alegato contra el mundo  de los super ricos que trae consigo un sistema capitalista que tiene pocos remedios contra las desigualdades extremas que produce en cuanto a ingresos, bienestar y expectativas de las personas.

Un alegato, digo, pero se trata en verdad de un panfleto. De un panfleto cinematográfico, que también los hay, y que tiene tanto el buen y picante sabor como las desmesuras propias del género planfletario. La película hace reír, sorprende, divierte y exagera a cada instante, y es, a fin de cuentas, bastante pesimista sobre la posibilidad de reemplazar el sistema económico que prevalece en el mundo. Por mi parte, siempre me gusta hacer presente que muchas de las cuentas que se pasan hoy a la democracia, que es un régimen político, deberían ser pasadas al capitalismo, que es un sistema económico, y que ya va siendo hora de que los economistas, como lo hacen a diario los políticos, se sienten también en la silla de los acusados o cuando menos en la de los testigos.

En otras palabras, examinamos a diario los defectos de la democracia, sus fallas, sus promesas incumplidas –lo cual está muy bien, porque solo así podremos mejorarla-, pero no hacemos lo mismo, o al menos no con similar constancia y prolijidad, con el sistema económico con el cual está ella abrazada desde hace mucho tiempo. Abrazada con el capitalismo, reforzado este último con lógicas neoliberales, que no son todas estrictamente económicas y que no se aplican por igual ni con la misma extensión ni intensidad en todos los países capitalistas del orbe.

Es bien grotesco el segundo de los capítulos de la película a que aludimos. Un grupo de super ricos a bordo de un yate  de lujo se comportan de la peor de las maneras y terminan naufragando en medio de los vómitos expulsados luego de comer en abundancia una noche con mala mar. Una parte de ellos va a dar a una isla y el asunto sigue allí su curso, ahora como una alegoría de cómo se organizaría y ejercería el poder en un estado no social en el que han desaparecido las reglas y jerarquías.

La película tiene la brocha gorda -gordísima en este caso- de cualquier panfleto, y, situados en lo que ese género es, puede verse como un divertimento pronto a ser olvidado. Pero no está mal que se hagan películas de este género, porque en algo sirven para que nos demos cuenta, más allá de sus evidentes y deliberadas exageraciones, de que algún día la humanidad mirará las desigualdades de nuestro tiempo con la misma censura que nosotros observamos la todavía cercana época de la esclavitud. “No podrá haber economía sin esclavos”, sostenían los esclavistas. “No puede haber economía sin grandes diferencias entre las rentas del capital y las del trabajo”, dicen hoy algunos capitalistas. Y lo cierto es que hubo economía sin esclavos y que también la habrá cuando desde la racionalidad y la justicia social, y no desde los intereses en juego, se le meta mano a un sistema económico al que, habituados a considerarlo eterno, no nos atrevemos más que a tocarlo solo lo justo para no ofender a sus custodios.

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Comments

  1. Patricio bofill Vergara p : Marzo 7, 2023 at 4:01 pm

    Y que se aprendio del fanatismo con que actuó parte de un sector extremo de izquierda en la convencion constituyente recientemente celebrada.

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