¿Neofascistas al poder? reflexiones sobre el triunfo de Giorgia Meloni en Italia

Eduardo Araya analiza el triunfo electoral de Giorgia Meloni en Italia, “descrito como triunfo de la ultraderecha e incluso como el regreso del Fascismo (un término especialmente polisémico) o como una misma tendencia a la que se suma por ejemplo el triunfo de la derecha en Suecia. Hipotéticamente podemos preguntarnos si una terminología más adecuada fuese describir el triunfo de Giorgia Meloni y los Hermanos de Italia como el triunfo (otro más) de un movimiento populista de derecha que en el escenario europeo tiene expresiones tan antiguas como múltiples. Pero hay una segunda pregunta que me parece más relevante (y compleja) y es cómo entender este triunfo en el contexto de la política italiana de las últimas décadas”.

Eduardo Araya Leüpin
Director General del Observatorio de Historia y Política del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso.

A veces los árboles no dejan ver el bosque, a veces las etiquetas políticas tampoco. El lenguaje político es polisémico y cumple funciones diversas. A veces está orientado hacia la construcción de conceptualizaciones, tipologías y genealogías que son propias de la historia y las ciencias sociales cuya función es básicamente explicativa – hermenéutica. Pero el lenguaje político y el uso de conceptos políticos es constitutivo también de la dimensión agonal- conflictiva de la política. En ese ámbito, términos como populista, fascista o comunista o neoliberal, no buscan proveer de una explicación académica o racional, sino reducir un problema en función de objetivos de movilización política. Adicionalmente, los conceptos que empleamos para referirnos a lo político tienen su propia historicidad y además son contextuales, ser liberal en el siglo XIX, aun cuando pueda tener vínculos más o menos evidentes con el liberalismo de hoy (como por ejemplo el tema de las libertades individuales), es evidente que incluye temas que no estaban en discusión no solo en el siglo XIX, tampoco hace algunas décadas atrás y el uso de ese término remite a realidades muy distintas dependiendo si se usa en Estados Unidos o en Chile. Finalmente, el problema no es la etiqueta, sino el contenido.

Valga esta digresión respecto de los recientes resultados electorales en Italia, que en muchos medios ha sido descrito como un triunfo de la ultraderecha e incluso como el regreso del Fascismo (un término especialmente polisémico) o como una misma tendencia a la que se suma por ejemplo el triunfo de la derecha en Suecia. Hipotéticamente podemos preguntarnos si una terminología más adecuada fuese describir el triunfo de Giorgia Meloni y los Hermanos de Italia como el triunfo (otro más) de un movimiento populista de derecha que en el escenario europeo tiene expresiones tan antiguas como múltiples. Pero hay una segunda pregunta que me parece más relevante (y compleja) y es cómo entender este triunfo en el contexto de la política italiana de las últimas décadas. En este artículo trataremos de abordar primero sobre el uso de las etiquetas (el concepto fascismo, el problema del populismo de derecha en Europa) y luego examinar el tema específico de la política italiana.

Fascismo y Neofascismo

Cuando se usa el prefijo neo, un punto importante sería especificar si se hace referencia a una modificación de algo que existió o si se trata simplemente de un revival, es decir, más de lo mismo pero en otro momento. La palabra fascismo se asocia a un partido o movimiento fundado por Benito Mussolini hacia 1920 y es la apelación a un antiguo símbolo imperial romano (las “fasces”), que derivó con posterioridad a 1922 en una dictadura, pero también a la emergencia de partidos o movimientos que compartían ciertas similitudes en casi toda Europa en el período de entreguerras. El fascismo devino así en un fenómeno epocal[1] cuyos ondas también generaron ecos en Chile. Sin embargo, así como había una cierta estética compartida, también había muchas diferencias locales[2]. La emergencia de este tipo de movimientos no puede entenderse sin referencias a cierta atmósfera de crisis de la postguerra europea, marcadas por la amenaza de la Revolución,[3] la crisis del liberalismo como ideología y eventos como la Gran Depresión de 1929.

En general, en ese contexto de crisis, este tipo de movimientos se construyeron desde la promesa del “orden”, la recuperación de la grandeza nacional, el anti-izquierdismo y el antiliberalismo. De la frase de la propaganda fascista “todo por el Estado, todo con el Estado, todo dentro del Estado “se derivó también el concepto totalitarismo, al cual los fascistas le asignaron originalmente un carácter positivo, pero que posteriormente se transformaría en el ícono de una forma perversa de organizar las relaciones entre Estado y sociedad.

¿Cuál era el contenido doctrinal del fascismo? Umberto Eco ha sostenido que el Fascismo no tenía esencia, que era un “collage” de ideas dispersas y una “colmena de contradicciones” pero que emocionalmente estaba fijado a ciertos cimientos como el culto a la tradición y el miedo a la diferencia. Antonio Scurati, autor de una monumental trilogía biográfica sobre Mussolini[4] muestra que el Movimiento Fascista fue en sus orígenes, más que cualquier otra cosa, una apelación a la acción (en donde la acción siempre fue un eufemismo para el uso de la violencia) y que Mussolini fue por sobre todo un gran oportunista dotado de un sorprendente instinto respecto del poder. Si se compara el Fascismo con el Nacionalsocialismo alemán, el primero fue mucho más estética y discurso que fondo, mas escenografía que contenido, pero a diferencia de lo ocurrido en Alemania, en donde la sociedad colectivamente hizo el ajuste de cuentas con su pasado, ese proceso en Italia también ha tenido más de forma que de fondo. Antonio Scurati ha explicado que su obra no se origina en un particular interés por Mussolini sino en lo que él percibe como la disolución del antifascismo que existió en Italia hasta los años 90s.[5]

En 1946 Giorgio Almirante, quien había sido funcionario del Ministerio de Propaganda del régimen fascista, y un grupo de antiguos militantes fascistas fundó el Movimiento Social Italiano (MSI) que expresaba la voluntad de ser herederos del fascismo. A lo largo de los años este grupo vivió y sufrió divisiones, adaptaciones al sistema democrático italiano, cambios de nombre y una muy dispar suerte electoral. Con la disolución del sistema de partidos en Italia a fines de los 90s emergió un amplio espectro de grupos y movimientos de derecha, entre ellos Forza Italia, del millonario Silvio Berlusconi. En 1994 el MSI, liderado por Gianfranco Fini, entró al Gobierno como parte de esa coalición. El MSI pasó a llamarse Alianza Nacional. Una joven llamada Giorgia Meloni, que militaba allí desde los 15 años, se transformó en la líder de sus juventudes. En el 2012, derivada de las complejidades de la política de alianzas en Italia, hubo otra escisión y de allí un grupo, entre los cuales estaba Giorgia Meloni formó Hermanos del Italia, usando como denominación la primera frase del Himno Nacional Italiano, manteniendo además cierta iconografía propia del MSI original, pero aunque el crecimiento de ese partido en la última elección es sorprendente, nadie debería esperar algo como una “Marcha sobre Roma” de aguerridos Camisas Negras. Los Hermanos de Italia desde hace mucho tiempo son otro actor más del sistema de partidos en Italia. Nada muy totalitario, tampoco nada tan diferente de lo que viene ocurriendo desde hace años en otros países de Europa.

Sobre populistas, derechas y democracias iliberales en Europa

El término populismo es extraordinariamente ambiguo y elástico.[6] Un tipo de fenómeno político que otrora fue una suerte de “marca” latinoamericana en las últimas décadas se ha transformado en un fenómeno global. El populismo no es ni de izquierda ni de derecha, es fundamentalmente una forma de hacer política que puede ser practicada por grupos de cualquier orientación, pero que generalmente se autodescriben como antipartidos. Algunos autores describen al populismo fundamentalmente como un tipo de discurso político que opera sobre la reducción binaria, dicotómica de la política en la relación bien-mal: Oligarquía (o élites) versus pueblo, imperialismo versus defensa de nación, tradición versus cosmopolitismo o multiculturalismo, nosotros y los otros (en donde los otros siempre son amenazantes o enemigos). A veces este tipo de movimientos está asociado a liderazgos carismáticos, pero no necesariamente y, con o sin carisma, el uso intensivo de los medios es fundamental para aumentar su influencia política. En los años 30 -50s este tipo de movimientos en América Latina estuvo asociado a movimientos pluriclasistas reformistas que abogaban por mayor integración social, pero no necesariamente por más democracia. Perón y el peronismo es el paradigma.

El populismo europeo actual es un fenómeno también pluriclasista pero que reúne a grupos y personas que han sido de alguna manera los “perdedores” de la Globalización y a todos los desencantados de los partidos tradicionales. Por eso, no es de extrañar que buena parte de los antiguos obreros industriales o clases medias que otrora fueron militantes de partidos de izquierda (socialistas o comunistas) terminen siendo los votantes de este tipo de movimientos[7] que ofrecen soluciones simples y fáciles a problemas complejos, porque la política se reduce a identificar culpables: los inmigrantes, los diversos, ciertas minorías, las élites (políticas, empresariales o las que representan procesos de integración como la Unión Europea). Lo que tienen en común los populismos de los años 30s con los actuales, es que emergen y proliferan en contextos de crisis. En este caso, la crisis es el deterioro creciente de perspectivas (o de futuro) asociadas a la decadencia del Estado de Bienestar Europeo, en algunos casos también de crisis de los sistemas de partidos y en la suma, percepciones de crisis de la democracia.

El populismo europeo tiene ya una larga tradición. Posiblemente su expresión más remota es el Frente Nacional, fundado en 1972 por Jean Marie Le Pen, un ex paracaidista, veterano de las guerras de Indochina y Argelia, quien pudo disputar la segunda vuelta presidencial al derechista Jacques Chirac en 2002. Le Pen fue el primero en Francia en usar el tema de los refugiados como artefacto de campaña. Su otro tema fue el rechazo a la UE. La continuidad del Frente Nacional (un tanto diluida de expresiones radicales a fin de ganar votos de centro), es hoy Agrupación Nacional, dirigida por Marine Le Pen, la menor de las hijas de Jean Marie (quien expulsó del partido a su padre en 2015 para distanciar su nuevo partido de discursos racistas y antisemitas) y que también pudo disputar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en 2017 y 2022. También es antiinmigrantes, antiislamista, anti OTAN, anti UE y admiradora de Vladimir Putin. De este tipo de ejemplos, la lista, como la de un Martillero Público, es de larga enumeración y difícil detalle. Podemos incorporar como ejemplos un par de casos como los de Jörg Haider en Austria y Pym (Wilhelmus Petrus) Fortuyn, un mediático sociólogo por formación y empresario exitoso, que pudo hacer un sugerente cocktail entre temas medioambientales, crítica a los partidos políticos y anti-inmigración, que pudo haber llegado a ser Primer Ministro de Holanda si no hubiese sido asesinado en 2002. El caso de Fortuyn muestra también la fragilidad de estos movimientos asociados a liderazgos carismáticos: Tras su muerte, su partido -la Lista Pym Fortuyn-, se desintegró

Este tipo de casos tiene cierto parentesco programático con otro tipo formaciones políticas pero que no son exactamente lo mismo. En los límites (siempre un tanto difusos), están partidos conservadores de derecha o ultraderecha que cuando llegan al poder se transforman en democracias iliberales.[8] La diferencia no es una cuestión semántica, sino de ubicación en su respectivo sistema de partidos por una parte y, por otra, en el grado de institucionalización del sistema de partidos, diferencias que posiblemente solo le hace sentido a un grupo minoritario de personas que suelen ser conocidos como cientistas políticos. Ejemplo de estos casos son Alternativa para Alemania (AfD) o partidos como el PIS (Ley y Justicia) polaco o el partido Fidesz de Viktor Orban en Hungría. El término iliberal lo popularizó el escritor y periodista Fareed Zakaria en 1997, aunque ya lo había usado antes el sociólogo Pierre Rosanvallon. Viktor Orban, quien fue descrito por Steve Bannon (el Gurú de Trump) como el Trump antes de Trump, asumió como adecuada para su propio gobierno la categoría iliberal, en el sentido de no ser necesariamente antiliberal pero sí asumir restricciones a ciertas expresiones propias del liberalismo del siglo XXI como el multiculturalismo o los derechos de las minorías, agregando que existen muchos casos en el mundo de sistemas exitosos que no son liberales. Orban también es amigo de Putin. Este tipo de gobiernos, por vías diversas, como la reducción de la autonomía de los jueces y el poder judicial (Polonia) o la reducción de espacios de opinión pública crítica (Hungría), aunque mantengan la existencia de elecciones competitivas, llevan la existencia de la democracia al límite, pero ganan elecciones, porque son capaces de sintonizar adecuadamente con demandas de determinados grupos de electores que experimentan las transformaciones de la sociedad como amenazas. Algo muy parecido al Trumpismo.

Meloni y las complejidades de la política italiana

En muchas partes del mundo los partidos políticos están en crisis. Esa crisis en Italia fue más temprana, la corrupción por una parte y la desaparición de los socialismos reales hizo colapsar a los partidos que articularon el orden político italiano desde 1945 y hasta los años 90s (Democracia Cristiana y Partido Comunista). En ese contexto surgió un tipo de liderazgo antiestablishment que posteriormente se reprodujo tanto en Italia como en otros lugares de Europa. Silvio Berlusconi fue el primer antipolítico exitoso. En las elecciones de 1994 su partido Forza Italia obtuvo el 21 % de los votos. Hasta 2011 dominó las fragmentaciones de la política italiana. Gobernó o cogobernó entre 1994-95, 2001 y 2006 y entre 2008 y 2011 en conjunto con la derechista Liga Norte, y Alianza Nacional, el partido sucesor del neofascista MSI. En un contexto de crisis (las derivaciones de la crisis Subprime y los PIGS) Berlusconi fue desplazado y reemplazado por un Tecnócrata: Mario Monti, un economista liberal. Esta experiencia fue efímera: sin mecanismos eficientes de intermediación política, emergió en Italia una formación más radicalmente antipolítica ( discursivamente mucho más confusa y difícil de clasificar entre los polos izquierda y derecha) liderada por un cómico llamado Beppe Grillo. Su movimiento político Cinco Estrellas (M5S) de manera sorpresiva venció en 2018. (pudo elegir además 17 eurodiputados) pero debió formar un Gobierno de coalición con el otro partido de derecha, La Liga Norte liderada por Mateo Salvini. La Liga Norte, fundada por Matteo Salvini, es un movimiento político regionalista que se construyó sobre dos ideas: la crítica al centralismo y la corrupción romana y la autonomía del Norte, industrial, moderno y europeo en contra del Sur Rural y Premoderno que dependería económicamente de la transferencia de recursos desde el Norte. En algún momento (1994) el discurso de la Liga incluyó también el separatismo de la Padania. La Liga inicialmente no tenía un discurso antieuropeo, pero con el tiempo también fue derivando a ese tipo de posiciones. Luigi Di Maio del M5S se transformó en Primer Ministro. A Di Maio le sucedió Giuseppe Conte (Primer ministro entre el 2018 y el 2021) también del M5S. Tras esa experiencia, la política italiana nuevamente se desplazó hacia un liderazgo tecnocrático: Mario Draghi, un hombre con perfil de estadista europeo, con una larga trayectoria en instituciones financieras italianas e internacionales y expresidente del Banco Central Europeo. Fue electo Jefe del Gobierno también por una alianza de grupos de derecha, incluida la Liga, hasta que hace unos meses por diferencias con los planes económicos del Ministro (la deuda pública de Italia es del 152,6 % PIB), le quitaron su apoyo y el Pdte Matarella debió convocar a nuevas elecciones para formar mayoría parlamentaria. El resultado ya lo conocemos: Los Hermanos de Italia obtuvieron un triunfo arrollador sobre las otras fuerzas de derecha (26% contra 9% de La Liga) y Giorgia Meloni será la convocada a formar Gobierno. La pregunta es cuánto tiempo durará en el Gobierno hasta que se repita el ciclo de desgaste y nuevas fragmentaciones y los italianos nuevamente opten por soluciones tecnocráticas. [9]

La conclusión de esta descripción permite plantear al menos una duda (razonable) respecto de si la elección de Meloni representará un cambio radical en la inestable política italiana. Intuitivamente al menos, la respuesta parece ser negativa y nuevamente pareciera ser que la política italiana tiene más de escenografía que de fondo y que los italianos finalmente tampoco se toman a sus políticos tan en serio, porque, recordando a la conocida frase del Príncipe de Salina, en Il Gattopardo “Las cosas tienen que cambiar para que puedan seguir siendo” («Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi»); pero respecto de los casos anteriores, hay algunas diferencias preocupantes para Europa. El discurso de Giorgia Meloni no es un refrito de la propaganda de la Era Fascista, pero tiene un profundo aire de familia con los discursos de Viktor Orban o Marine Le Pen. Es antiinmigración, culturalmente conservadora, anti políticas de género y contraria a derechos de minorías sexuales. Es decir, un tipo de discurso que desde hace años ha estado presente en el tipo de movimientos políticos que en Europa suelen ser denominados populistas de derecha. Que adopte una política antieuropea o disidente de la política de la UE respecto de Rusia en el contexto de la guerra de Ucrania es un tema que está aún pendiente, pero que de concretarse será para la UE un problema más complejo que el de Orban o de los polacos del PIS, porque Italia pesa económica y políticamente en la UE mucho más que esos otros países. En los años 80s los grupos radicales de derecha en Europa no superaban el 4 % en el promedio. Al 2010 ya representaban el 8% y crecieron aún más con la crisis migratoria de 2015. Ahora, a lo largo de 2022, la extrema derecha ha vuelto a dar un salto adelante. En Italia, Los Hermanos de Italia pasaron del 4,4 % al 26,3%[10]

Finalmente, la actual situación de Italia termina siendo una lección de los negativos efectos del debilitamiento de los sistemas de partidos para la estabilidad democrática. Las recientes elecciones en Francia mostraron un fenómeno muy parecido y en América Latina los casos son abundantes y preocupantes; pero también abre otras preguntas respecto del rol de los partidos de izquierda, en particular de los partidos socialdemócratas o de las nuevas izquierdas que terminan transformándose en la representación de sumas de minorías [11] y pierden de vista la existencia de otros tipos de demandas sociales ampliamente extendidas, como por ejemplo la seguridad para las personas (en una amplia gama de dimensiones) en un mundo cada vez más inestable, más hostil y amenazante.

Agradecimientos: Observatorio de Historia y Política del Instituto de Historia PUCV


[1] Nolte, Ernst : El Fascismo en su época , Madrid 1969. Nolte, Ernst (edit) Theorien über den Faschismus Athennäum. Könisgtein 1984

[2] Por ejemplo la influencia del tradicionalismo católico, o el antisemistismo . Wipperman, W. Europïascher Faschismus im Vergleich 1922-1982 Suhrkamp Verlag , Frankfurt M , 1984

[3] Es importante considerar de que tanto en Alemania (1918-1923) , en Hungría (1919 ) y en Italia (1919) se vivió una atmósfera pre-revolucionaria o definitivamente se instalaron gobiernos revolucionarios

[4] Scurati , Antonio : El Hijo del Siglo (Alfaguara, 2019 ) El Hombre de la Providencia (Alfaguara 2021)

[5] Scurati, Antonio: Entrevista en El País, https://bit.ly/3Tu1rWA

[6] La literatura sobre el tema es enorme Vid. Werz , Nikolaus (ed) Populismus . Populisten in Ubersee und Europa Opladen 2003. Decker, F., Lewandowsky, M., Rechstpopulismus in Europa (2017) https://www.jstor.org/stable/26429638. Y el Dossier de Nueva Sociedad (Feb 2017 ) El Fantasma del Populismo https://nuso.org/revista/267/el-fantasma-del-populismo/

[8] Algunos autores rechazan el uso de este concepto y prefieren hablar simplemente de semi-democracias (Levitsky). Otros autores (Mudde y Rovira) sostienen que populismos y democracias iliberales son dos cosas distintas (reconocen contenidos democráticos en los populismos) pero creen que el populismo en el poder genera inevitablemente derivas autoritarias, es decir hay ciertas afinidades electivas (Weber) entre populistas e iliberales. Vid Mudde, Cas y Rovira, Cristobal (eds) Populism in Europe and the Americas : threat or corrective for democracy? Cambridge, 2014.

[9] https://bit.ly/3D8iMPq

[10] Vid El País, https://bit.ly/3giamfE

[11] Una interesante reflexión al respecto en la entrevista al Historiador Pablo Stefanoni , autor de “¿ La Rebeldía se Volvió de Derecha ? en La Tercera, https://bit.ly/3VFsFLE

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