Perihelio
Somos todos viajeros espaciales y, como todo es relativo, es difícil saber por qué lugar del universo, nuestro espacio-tiempo, vamos. Tampoco sabemos hacia dónde vamos o el significado del viaje. Pero cuando miren al cielo sepan que vamos al menos a un millón de kilómetros por hora en una nave aún autosuficiente que transporta vida, una vida interconectada que permite mantener el delicado equilibrio de la condiciones de la estrecha cabina.
Hace 20 días entramos al perihelio, estando más cerca del sol y por cuestiones de órbita elíptica nuestro planeta, La Tierra, avanza en su viaje a la no despreciable velocidad de 110.700 km/h. Ciento diez mil setecientos kilómetros por hora. Es el máximo anual, la media esta por los 107.280 Km/h(Kepler)
Una bala de fusil puede ir a 700 km/h, un jet comercial vuela 900 km/h y nuestros mejores cohetes para establecer una orbita a la Tierra vuelan a 28.000 Km/h. Nuestros cohetes espaciales viajan hoy a un cuarto de la velocidad máxima de la Tierra.
Un viaje a Marte en las mejores condiciones actuales demoraría 450 días. En ese tiempo la Tierra ha dado casi vuelta y media a nuestro Sol, recorriendo 930.000.000 de kilómetros en un año.
Es indudable que esta esfera rocosa de unos 12.000 km de diámetro, es un navío espacial mucho más rápido que los artilugios que hemos creado. Y allí viene la razón de este artículo.
Los seres vivos terrestres que estamos en el primer 5% de la atmósfera, y los humanos con esfuerzo en los primeros 4%, somos una pátina ultra delgada que cubre la superficie de este bólido-navío-espacial que llamamos Tierra. El 0,39% del diámetro. Primera observación trascendental : la Tierra es una nave espacial, con una delgada película de vida, que va mucho más rápido que los carisimos artilugios de sus actuales habitantes.
La segunda es que: si escapamos de ella, la Tierra, en nuestras máquinas, nos va a costar muchísimo seguirla, por lo mismo hoy en día un viaje a Marte de ida y vuelta es un asunto de cálculo y de cruces de precisión con órbitas o trayectos de esferas en movimiento. Si nos quedásemos quietos en el espacio (difícil y relativo asunto) veríamos pasar esta esfera, La Tierra, a 110.000 kilómetros por hora. Imposible acercarse o chocar con ella a esa velocidad.
Cuando niño soñaba con los viajes por el espacio y luego con Kepler me di cuenta que todas las espacies vivas, incluyendo a la humanidad, llevamos miles de años viajando por el espacio a velocidades increíbles en una nave espacial a energía solar, con agua, atmósfera y todas las condiciones para mantener viva esa tripulación de miles de millones de seres vivos de todos los tamaños imaginables. Que a todo esto, para vivir, nos comemos entre nosotros y probablemente sean los Fungium los últimos en la cadena trófica.
La estación espacial internacional tiene complejos sistemas para reciclar toda el agua a bordo, lo logra casi en el 98%. También tiene sistemas para recuperar el oxigeno y abatir el CO2. Nuestra nave espacial, La Tierra, ha logrado lo mismo por millones de años, en una mezcla de equilibrios entre lo vivo y su soporte material. Nuestra nave espacial ha soportado sus millones de años de viaje.
Pero mas allá y aun más increíblemente rápido, el Sol con todo su sistema de planetas se desplaza a unos 830.000 km/hora en una hélice maravillosa dentro de la galaxia. Lo que se suma a la velocidad de la nave Tierra.
Somos todos viajeros espaciales y, como todo es relativo, es difícil saber por qué lugar del universo, nuestro espacio-tiempo, vamos. Tampoco sabemos hacia dónde vamos o el significado del viaje. Pero cuando miren al cielo sepan que vamos al menos a un millón de kilómetros por hora en una nave aún autosuficiente que transporta vida, una vida interconectada que permite mantener el delicado equilibrio de la condiciones de la estrecha cabina.
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Muy reconfortante saber que desde joven supuse que era un viajero espacial