Pedro Serrano – Urbo químicos, para control de los humanos
Escribo esto preocupado por el intenso uso de armas de guerra química por parte de entidades del Estado de Chile en octubre y noviembre de 2019. Más allá de sus preocupantes efectos directos ya conocidos y sufridos por toda la población, edificios, condominios, hospitales y universidades, me preocupan también las aves, los animales y vegetales que son también habitantes de nuestra ciudades, y por supuesto los efectos aun desconocidos de estas grandes cantidades de tóxicos artificiales estables cuando lleguen a los ríos, lagos y océanos.
Hace muchos años que, ambientalistas científicos y ecologistas, levantan como bandera de lucha el terminar con el uso de agroquímicos creados para el control de plagas, fertilización artificial de suelos, incluso la polinización artificial, argumentando desde la ciencias bioquímicas y ambientales que los agroquímicos, usados ya hasta el paroxismo de los excesos, envenenan el aire, envenenan los alimentos, envenenan la tierra y por el arrastre de las lluvias, envenenan las aguas que surcan por los territorios, van a dar a los lagos y también a los océanos
Por su persistencia, son moléculas de construcción artificial, difíciles de disociar naturalmente en el ambiente terrestre y acuático, afectan a todas las especies vivas y por supuesto, terminan como sea en nuestros alimentos humanos.
El negocio de los agroquímicos, desatado por la revolución verde, hizo riquísimos a los bancos y las industrias de semillas y agroquímicos asociados, que cooptaron a casi toda la agricultura planetaria. Siendo Chile un ejemplo clásico del horror en este tema.
Pues bien, luego de la primera guerra mundial, el negocio de los químicos sintéticos para el control de malezas, plagas, fertilización, etc., tomó un camino lateral completamente nuevo: las moléculas artificiales para la guerra. En 1928 los científicos Ben Corson y Roger Stoughton crearon el clorobenzilideno malononitrilo (fórmula química: C10H5ClN2) también conocido como bromuro de bencilo, el ya famoso en Chile “gas lacrimógeno” CS, por Corson y Stoughton. El compuesto químico es en realidad un sólido a temperatura ambiente, un polvo, aunque se utiliza comúnmente en forma de aerosol.
Curiosamente el “gas lacrimógeno” es un tipo clasificado como arma química cuyo uso está prohibido para la guerra desde 1993 por la Convención de Ginebra.
A nivel doméstico, países de todo el mundo lo usan para controlar a la población civil durante protestas y disturbios.
Vale decir, a semejanza de los agro químicos, el CS sería un “Urbo-Químico”, que permite a los agentes del orden controlar alteraciones humanas en el “orden relativo” de una comunidad urbana. Lo que resulta impresentable a estas alturas es que para conflictos mas graves que simples revueltas ciudadanas, tales como las mayores guerras, con cuantiosas armas homicidas, los CS están universalmente prohibidos.
Este polvo produce irritación de las mucosa, nauseas, e incluso problemas mayores si se esparce en recintos cerrados (que todos los protocolos prohíben, puesto que allí pueden ser mortales). Dicho polvo luego de su expansión aérea, persiste en el ambiente, se deposita en el suelo, es llevado por los vientos y como todo agroquímico terminará finalmente en los océanos.
En estás últimas semanas hemos visto como la fuerza pública ha lanzado y esparcido cantidades inverosímiles de polvo “Urboquímico” tóxico en nuestras ciudades, usando granadas de mano, lanzadas desde armamento, helicópteros e incluso rociadas de modo continuo por vehículos especializados (el popular zorrillo). Aparte de sus efectos conocidos en los seres humanos, el polvo afecta directamente a una buena cantidad de mamíferos urbanos, pájaros y por supuesto aunque mal estudiado aun, a los vegetales.
Científicamente no tenemos demostración sobre si algún pez o algún molusco en el océano siente repentinamente irritación en sus mucosas por el polvo lacrimógeno ya disuelto en agua salada.
Control de humanos en la ciudad y sus consecuencias ambientales
Demás está repetir que, la Constitución Política de Chile, Artículo 19.-La Constitución asegura a todas las personas: …
Nº 8.- El derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. Es deber del Estado velar para que este derecho no sea afectado y tutelar la preservación de la naturaleza.
“La Ley de Bases Generales del Medio Ambiente, en su artículo 2°, letra d), establece que un agente contaminante es “todo elemento, compuesto, sustancia, derivado químico o biológico, energía, radiación, vibración, ruido, o una combinación de ellos, cuya presencia en el ambiente, en ciertos niveles, concentraciones o períodos de tiempo, pueda constituir un riesgo a la salud de las personas, a la calidad de vida de la población, a la preservación de la naturaleza o a la conservación del patrimonio ambiental”
De acuerdo a nuestra propia constitución y ley bases del medioambiente, el uso de CS sería un delito.
Atención lectores, que también existe el CN, otro polvo que está aun más prohibido y su uso está limitado a acciones militares ( EEUU en Vietnam), está también el DM o gas vomitivo, muy potente y completamente inhabilitante. También está disponible y en uso en Chile el Gas Pimienta que causa irritación ocular severa, dolor, ceguera temporal, y que excepcionalmente puede ser mortal. Lo utiliza la policía y se vende como dispositivo de bolsillo para defensa personal en Spray (Gas OC). Su ingrediente activo es la capsaicina, derivada de la planta Capsicum.
Bueno, en Chile se han producido y usado cosas peores (Caso Berríos, el químico de Pinochet) tales como el Gas Sarin, que en realidad es un líquido. También es conocido como GB, un compuesto organofosforado con la fórmula C4H10FO2P. Usado como agente nervioso, “fue clasificado como arma de destrucción masiva en la resolución 687 de la ONU”. La producción y almacenamiento de sarín fue declarada ilegal en la Convención sobre Armas Químicas de 1993″.
Nuevamente se trata de un aporte de la ciencia química al exterminio humano, descubierto en 1938 en la Alemania Nazi por Gerade Shrader, Otto Ambros, Ernst Rüdiger Von Büning y Hermans Van Linde
Escribo esto preocupado por el intenso uso de armas de guerra química por parte de entidades del Estado de Chile en octubre y noviembre de 2019. Más allá de sus preocupantes efectos directos ya conocidos y sufridos por toda la población, edificios, condominios, hospitales y universidades, me preocupan también las aves, los animales y vegetales que son también habitantes de nuestra ciudades, y por supuesto los efectos aun desconocidos de estas grandes cantidades de tóxicos artificiales estables cuando lleguen a los ríos, lagos y océanos.
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