Crisóstomo Pizarro – Manía privatizadora
Las políticas de privatización desregulada son parte de un diseño ideológico y político cuyos riesgos y consecuencias son difícilmente conciliables con los principios igualitarios de un Estado constitucional, social y democrático.
La explosión de las políticas de privatización promovidas por una acrítico y ciego fundamentalismo de mercado en seguridad social, cuidado de la salud y educación, transporte público, provisión de agua potable, energía, sistema penal y seguridad, se han convertido en negocios altamente lucrativos que han favorecido el aumento de la desigualdad, la pobreza infantil y femenina y la reducción de los salarios. Con frecuencia, estos negocios tan lucrativos descansan en actividades financieras especulativas, donde las ganancias no corresponden a mejoras de productividad que elevan el PIB, sino a ganancias de capital cuya contrapartida son pérdidas de otros[1].
Las políticas de privatización desregulada son parte de un diseño ideológico y político cuyos riesgos y consecuencias son difícilmente conciliables con los principios igualitarios de un Estado constitucional, social y democrático. “La manía por la privatización”, dice Habermas, se ha convertido en una verdadera subasta de la esfera pública deliberante a la maximización de las ganancias y en una subordinación de la cultura y la educación a los intereses de la empresa privada dependientes de los ciclos del mercado[2].
Estos asuntos deben ser tematizados por la discusión pública y no pueden confundirse con la comunicación mediática provista por la televisión comercial para transformarlos en temas fácilmente digeribles. Ello exige convertirlos en objetos de reflexión por parte del sistema universitario y los centros de estudios avanzados. Los medios de comunicación no satisfacen la necesidad de los ciudadanos de una comunicación política no distorsionada[3]. Cabe al sistema de educación superior parte del auge de la agenda que ha priorizado los intereses del mercado, mostrando una especie de docilidad para adecuarse muchas veces a los intereses de la empresa privada sin preguntarse por sus efectos productivos y distributivos. Jürgen Habermas ha calificado de un verdadero escándalo político la respuesta a la crisis de 2008 en Estados Unidos – cuyas consecuencias aún no han sido controladas debidamente -, consistente en la socialización de los costos de las fallas del mercado y sus desastrosos efectos entre las naciones más débiles y, dentro de ellas, en los grupos más pobres. Dice que “la búsqueda de chivos expiatorios me golpea como una acción hipócrita. Los especuladores también actuaron consistentemente en conformidad al marco legal que reconoce […] la racionalidad de la maximización de las ganancias”[4]. Al actuar así, la política se transforma en una “risotada”, porque recurre a la moralización en vez de apoyarse en las leyes obligatorias propias de la legislación democrática.
En el reclamo de libertad para todos del neoliberalismo, sólo los más fuertes pueden alegar que el éxito obtenido en la sociedad competitiva es fruto de sus méritos personales. “Es profundamente cómico escuchar la retórica elitista de los gerentes que se definen como modelos de rol situándose sobre el resto de la sociedad”[5].
“El neoliberalismo [se ha transformado] en una
forma de vida”, pero la libertad que reclama para todos sólo
es una libertad que existe únicamente “para los más fuertes”[6].
La otra cara de la libertad neoliberal es la bancarrota de los pobres.
[1] Esta referencia a la negativa relación entre actividades financieras y crecimiento del PIB ha sido hecha por Ricardo Ffrench-Davis en “Comentarios a Crisis Sistémica y Nuevo orden Global de Crisóstomo Pizarro, Revista Societas núm. 15. Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales. 2013.
[2] Habermas, J., “Life after Bankruptcy”, entrevista de Thomas Assheuer, Die Zeit, 6 de noviembre de 2008 (trad. al inglés por Polity, 2009): disponible en http://goo.gl/ecsgWu.
[3]Originalmente, mi trabajo se limitaba a señalar la incapacidad de abordar una discusión política seria a través de la televisión comercial. Debido a los comentarios de Ricardo Ffrench-Davis, amplié este punto de vista a todos los medios de comunicación. VéaseFfrench-Davis, “Comentarios”.
[4] Habermas, Life after Bankruptcy.
[5] Ibídem.
[6]Ibídem.
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La hipotesis del profesor Pizarro se ha hecho evidente con lo que ha ocurrido en Chile en los último decenios. El caso actual de la empresas que tienen el servicio de agua potable en diversas Regiones del país, es un indicador de ello, empresas extranjeras que teniendo la propiedad o concesión de las mismas se las transfieren a terceras personas maximizando sus utilidades mediante el deterioro del servicio y el desempleo de personal.
Este cuadro se havisto repetido en nuestro país en muchas áreas del quehacer económico dada la baja productividad contemporánea y aplicación de nuevos paradigmas de trabajo.
Querido Pato, nuevamente agradezco la atención que prestas a mis columnas
Ella me anima a seguir en el trabajo del Foro
Un abrazo
Crisóstomo
¡Felicitaciones a Crisóstomo Pizarro por la columna!
Una manía, una auténtica manía, y muy lucrativa para los inversionistas privados y para que los Estados se laven las manos. Gobernar hoy es privatizar, concesionar, licitar, externalizar. ¡Aleluya! Si hace algunas décadas se decía que “gobernar es educar” (algo que hoy resultaría inaceptable, aunque entonces hacía algún sentido), ¿cómo es que nos hemos comprado tan fácilmente hoy la idea de que gobernar es solo crear oportunidades de negocios, y, sobre todo, de negocios desregulados, opacos y a veces hasta coludidos en desmedro de usuarios y consumidores. El Estado no es el único y exclusivo agente a la hora de satisfacer derechos fundamentales, sobretodo tratándose de los de carácter social, pero de ahí a hacer de esa satisfacción una oportunidad más de negocios, como ocurrió en Chile con la previsión y la asistencia sanitaria privada, hay mucha distancia.
La columna de Crisóstomo Pizarro pone el dedo en la llaga, y ya sabemos lo que pasa cuando alguien hace eso: los afectados protestan.
Agustín Squella
Querido Agustín, me honra tu felicitación y compruebo otra vez más nuestra gran afinidad en nuestra crítica al neoliberalismo
Un abrazo
Crisóstomo
Querido Crisóstomo:
Tu columna me ha sugerido la siguiente reflexión:
La “sociedad de mercado” a que nos ha conducido una serie de movimientos históricos, no todos igualmente afortunados, ha venido a afectar aspectos de la cultura tan importantes, por lo menos, como los principios igualitarios de un Estado social y democrático. Pienso desde mi condición de académico y contemplo el curso indebido que ha tomado la institución universitaria, convertida en lo que se llamaban “escuelas de artes y oficios” y destinada a proporcionar mano y cerebro de obra a las empresas, apartándose de su primigenio propósito encaminado a las “artes liberales”, esto es los conocimientos de “personas libres”, adquiridos como pináculo de formación intelectual, exento por sí mismo de fines crematísticos. En este sentido, la marcha de nuestra civilización recuerda la época llamada “helenística”; era de técnica utilitaria desprovista de contenidos intelectuales y espirituales sólidos, y que culminó en el fin de la cultura clásica.
Querido Curro: muy interesante tu comentario
Muchísimas gracias
un abrazo, Crisóstomo
Bueno Crisostomo estamos de acuerdo, esa manía tiene un reflejo espantoso en nosotros mismos en la escala miserable: Mi casa, mi segunda vivienda, mi auto, mi pantalla plana,mis acciones. mi cuenta corriente, mi lavadora , mi juguera , mi microondas, mi celular inteligente, MI reloj incluso mi perro de raza , mi frigorífico, mi cajón y mi tumba, todo licitado con MI plata.
Luchando contra esto esta nuestro hogar, nuestros hijos, nuestro barrio barrio, nuestra cooperativa, nuestra universidad y todas esas propiedades colectivas que se manejan por relaciones humanas, palabras, miradas, acuerdos, felicidades y tristezas.
Algo por allí deambula por una suerte de limbo mediatico…
Querido Pedro, como siempre tus comentarios son muy bienvenidos y entretenidos
un abrazo, Crisóstomo