Gerard Oliger – ¿Qué significa la Seguridad Nacional estadounidense desde la perspectiva de America First de Donald Trump?
Si la administración Obama, en sus dos períodos, tuvo como centro de su pragmática política exterior la búsqueda de una acción coordinada en organismos multilaterales, fomentar el regionalismo en Asia Pacífico, así como una mirada más o menos benigna respecto de la inmigración ilegal, el presidente Trump plantea la relación con el mundo desde un marco teórico nítido, el realismo político, donde se distinguen potencias rivales.
Desde un punto de vista meramente descriptivo, se puede resumir la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de 2017 en sus cuatro pilares, a saber, protección de la seguridad interior, promoción de la prosperidad económica, preservación de la paz (a través de la fuerza), y búsqueda de mayor espacio de influencia, pero lo que realmente define esta política de seguridad es un nombre propio y un mensaje específico, Donald Trump y su “America First National Security Strategy”[1].
Por primera vez en la historia de estas políticas de seguridad, ésta es lanzada mediante un discurso público del primer mandatario, el que fue realizado con el histrionismo habitual y una duración de cerca de media hora (lo que es bastante para un texto de 55 páginas).
Si la administración Obama, en sus dos períodos, tuvo como centro de su pragmática política exterior la búsqueda de una acción coordinada en organismos multilaterales, fomentar el regionalismo en Asia Pacífico, así como una mirada más o menos benigna respecto de la inmigración ilegal, el presidente Trump plantea la relación con el mundo desde un marco teórico nítido, el realismo político, donde se distinguen potencias rivales. Al igual que durante el gobierno de George W. Bush califica de “canallas” (en inglés rogue), a países que atentan contra los intereses nacionales de Estados Unidos. No recurre a ninguna ambigüedad para declarar la guerra al yihadismo y, quizás lo más novedoso, declara como clave para la seguridad norteamericana su crecimiento económico y lo hace en la Estrategia de Seguridad Nacional (en adelante NSS, por sus siglas en inglés), estableciendo como prioridad modificar el desbalance en los intercambios, preservar el liderazgo estadounidense en investigación y tecnología, y acrecentarlo en recursos energéticos, así como proteger la propiedad intelectual (vid. p.4)
No parece casual el hecho que la reforma fiscal aprobada coincida temporalmente con el lanzamiento de la NSS, así como tampoco lo es el aumento del gasto militar estadounidense.
En materia de inmigración el documento en análisis no ofrece sorpresa alguna. Ya antes de esta política de seguridad era claro su carácter interméstico (esto es, profunda e inseparablemente tanto internacional como doméstico) y responde, en primerísimo lugar, a una securitización de la agenda, culpando a la inmigración ilegal de ser un peso para la economía, restar oportunidades laborales para los estadounidenses, representar un riesgo para la seguridad pública, y enriquecer a contrabandistas y otros criminales (vid. p. 9)
Este gran giro de la política exterior norteamericana responde a una explícita pérdida de confianza en los organismos multilaterales (incluidos los de naturaleza comercial), lo que se traduce en la intención de crear una nueva política de alianzas, revisar los tratados existentes, e influir en el ámbito multilateral para resguardar sus propios intereses, esto fundado en el tradicional excepcionalismo estadounidense[2], aunque con un contenido novedoso.
Un ejemplo de este “nuevo trato” se traduce, en materia militar, en la búsqueda de un nuevo nivel de colaboración en la OTAN, exigiendo que los otros miembros asuman más responsabilidad y un mayor aporte económico para los gastos que representa (vid. p 48).
Es llamativo como, sin ambages, se reclama el liderazgo en el ámbito multilateral y, del mismo modo se anuncia un apoyo selectivo, sobre la base de las instituciones que mejor sirven los intereses del país, de sus aliados y socios (Vid. p. 40). Un tono radicalmente distinto al empleado por la Barak Obama en sus políticas de seguridad.
Trump no esconde, desde su campaña presidencial, que cree en un mundo de estados soberanos, lo que también se expresa en su estrategia de seguridad nacional, rompiendo con la realidad de los últimos lustros, pero en plena consonancia con una tendencia iliberal que emerge en distintos puntos del globo. El presidente norteamericano no acepta ningún poder que entre en conflicto con el orden constitucional de su país (vid. p. 48).
En cuanto a la política hemisférica, en el documento en comento se destaca el interés en la lucha contra las organizaciones criminales de carácter transnacional, se hace una breve mención de las oportunidades de inversión e intercambio comercial con los países del continente, y se resalta la existencia de modelos anacrónicos y autoritarios de gobierno en Cuba y Venezuela, así como sus búsquedas de aumentar espacios de influencia, lo que es apoyado por las, a su juicio, malignas influencias de potencias no hemisféricas (China y Rusia). Además se informa que Estados Unidos cuenta con una estrategia de seguridad compartida con Canadá, y que considera importante profundizar las relaciones con países claves en la región (vid. p. 51).
Quizás la visita de
Mike Pompeo en abril pasado sea parte de esta estrategia de profundización de
la relación con países claves de la región. Es evidente que el contenido de las
conversaciones privadas con las autoridades nacionales fue más allá de las
felicitaciones por el rol jugado en la crisis de Venezuela y una mera advertencia
respecto a la relación con una empresa. Quizás no estemos lejos de una época en
que sea necesaria una definición debido a la presión que genera la emergencia
de una superpotencia que desafía el liderazgo, hasta ahora prácticamente
excluyente, de Estados Unidos a nivel global.
[1] Toda referencia en este artículo dice relación con la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de Norteamérica de diciembre de 2017, disponible en la world wide web en: https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf
[2] “For much of the world, America’s liberties are inspirational, and the United States will always stand with those who seek freedom. We will remain a beacon of liberty and opportunity around the world.” (p. 41).
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