Sigamos hablando de impuestos para la justicia ambiental
Los impuestos verdes son absolutamente necesarios para desincentivar la construcción de estructuras de generación de energía basada en combustible fósiles causantes de la emisión de gases de efecto invernadero que están provocando la destrucción de la Tierra.
A propósito de los comentarios recibidos en la columna Impuestos verdes para la justicia ambiental, quiero formular algunas observaciones.
La crítica en torno al desvío de los impuestos verdes a fines ilegales, si así fuera demostrado con rigor, no justifica de manera alguna su rechazo. Lo que se requiere es un acuerdo serio de todas las fuerzas políticas para evitar que eso ocurriera. Esos impuestos son absolutamente necesarios para desincentivar la construcción de estructuras de generación de energía basada en combustible fósiles causantes de la emisión de gases de efecto invernadero que están provocando la destrucción de la Tierra.
Concuerdo con la idea de que el desarrollo debe entenderse como un proceso complejo que no se identifica con el crecimiento del PIB, integrando muchas variables más, lúcidamente definidas en el concepto de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. En los informes de desarrollo humano se incluye explícitamente, entre otros, el índice de desarrollo humano ajustado por presiones planetarias. Este demuestra que no hay ningún país que haya compatibilizado desarrollo humano alto con bajo impacto en el planeta. La pérdida de la posición ocupada en el ranking ha sido mucho mayor en los países con un índice de desarrollo humano (IDH) muy alto: Por ejemplo, Noruega que ocupaba el segundo lugar cayó 34 puestos e Islandia, que ocupaba el tercero, descendió 91 puestos.
Podemos anticiparnos a la catástrofe medioambiental, si consideramos las lecciones de algunos países que optaron por desvincular el crecimiento económico del consumo de materiales y emisiones de gases de efecto invernadero. Es el caso de 18 países cuyas emisiones de gases de efecto invernadero disminuyeron absolutamente entre 2000 y 2015, principalmente debido a políticas que promovieron la aplicación de fuentes de energías renovables y eficiencia energética. También se ha comprobado que los países que lograron la recuperación más fuerte después de la crisis financiera mundial de 2008 fueron aquellos que tuvieron el mejor desempeño en términos de eficiencia energética (Informe Desarrollo Humano 2020; FMI, 2020). Esos resultados son incuestionablemente consecuencias de intervenciones políticas normativas que inducen cambios de gran relevancia.
A lo anterior, hay que sumar la reducción de la producción y del consumo, lo que nunca podrá alcanzarse si no se logra socializar a las personas en nuevos valores. Se trata de la cuestión sobre una nueva forma de vivir y pensar. Esto supone: a) Superar la visión instrumental de la naturaleza concebida como mero medio utilitario para la producción de bienes y servicios; b) saber apreciarla como fuente de mansedumbre, regocijo estético y acogimiento, y lugar de interacciones entre seres vivos humanos entre sí y entre estos y los seres vivos no humanos.
Esta visión podría dar cabida a otras cosmovisiones de la naturaleza, como dice el Informe de Desarrollo Humano 2020, hasta alcanzar un reconocimiento de la diversidad de visiones de mundo, y la diversidad de la vida en todas sus manifestaciones biológicas, culturales y lingüísticas.
Crisóstomo Pizarro C.
Director Ejecutivo del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso
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