¿Por qué nos inundamos?

Las condiciones para inundarnos ya las hicimos y desarrollamos. Deforestamos casi todas las laderas, entarquinamos durante décadas nuestros cauces, y enfrentamos un calentamiento atmosférico y del Pacífico de origen antrópico. Por lo tanto, seguirán las inundaciones, se saldrán ríos y esteros, inevitablemente y con mayor frecuencia.

Quisiera acotar que esta situación que sucede en Chile con toda claridad, pasa también en el suroeste brasileño, ocurre igual al sur de Alemania y en Austria, en China, etc.: Catastróficas inundaciones con mucha afectación en vidas humanas, pérdidas de viviendas,  cosechas e infraestructuras colapsada.

Es muy cierto que la afectación en vidas humanas es cada vez más estadísticamente, probablemente dado el incremento casi exponencial de la población humana en las últimas décadas. 8.000.000.000 es un número notable de personas, sobre cuyo incremento no tenemos control alguno.

Sin embargo, ese incremento de la población ha sido precisamente una de las causas de las inundaciones catastróficas recientes, pero también se debe agregar el calentamiento global, que evapora más aguas de ríos, lagos y sobre todo de los océanos. El resultado de esta mezcla de eventos es que, en algunas partes del planeta se producen grandes sequías y que, en otras, lluevan cantidades inusitadas en poco tiempo.

Tanta población y la enorme deforestación que la presión humana ha causado, en la búsqueda de tierras para establecer viviendas, criar ganado, realizar cultivos alimentarios extensivos, introducción de árboles foráneos para madera, pulpa de papel, minería y uso energético, son parte importante y decisiva de las inundaciones en zonas pobladas.

Durante los siglos XIX, XX y parte del XXI la población humana ha deforestado, cortado y limpiado las faldas de los cerros, que contienen las vías fluviales, eso en todos los continentes. El resultado de esto es que las tierras de soporte de esas plantas quedan libres de ser arrastradas por las pendientes, perdiendo capacidad de absorción y control natural, llenando por arrastre pendiente abajo de sedimentos, raíces, barro, lodo, piedras y arenas, subiendo así el fondo de los cursos de agua.

Este arrastre de suelos, hace que el lecho de las vías de agua terrestres suba su nivel histórico, disminuyendo la capacidad volumétrica del curso de agua. Por lo tanto, cuando llueva sólo el máximo histórico, el curso de agua se va a salir de su cauce, inundando territorios aledaños. Y si llueve con alta intensidad -mucha agua en poco tiempo-, el cauce será superado con creces, arrastrando infraestructuras, removiendo masa, derribando puentes e inundando extensas áreas, normalmente usadas para cultivo, vivienda, crianza de ganado, vías de comunicación, vías de energía.

Ese fenómeno se conoce como una de las formas de ENTARQUINADO y uno de sus impactos mayores se da en las salidas al mar o los lagos intermedios.  El sedimento acumula una barrera o dique, cada vez de mayor altura, interrumpiendo el necesario intercambio de agua dulce de tierra con los océanos: este asunto fue reconocido como uno de los problemas ambientales mas importantes del planeta por la estrategia mundial de conservación ambiental (1981).

Eso ocurre en Chile en todos sus ríos, esteros y vías de agua. Llevamos unos 200 años explotando insustentablemente los bosques de altura, reemplazando miles de hectáreas por bosque exógenos que bombean mucha agua a la atmósfera y destruyen la capa vegetal, generando que miles de toneladas de suelo fértil terminen en los océanos o subiendo el fondo de los cauces, provocando los desbordes e inundaciones que estamos viendo cada vez con mayor frecuencia en nuestro país.

En el caso muy particular de Chile, la situación se agrava, dada la particular conformación de su territorio: son 4000 kilómetros de longitud frente al océano mas grande de la Tierra y una media de 180 km de ancho, y lo má importante, con una pendiente muy rápida, que va de altas montañas nevadas -3000-6000 m-, hasta el nivel del mar. Esto hace que, la mayoría de los ríos y esteros, fluyan naturalmente de este a oeste de modo muy rápido, arrastrando con fuerza material sedimentario en sus cauces. De hecho, hoy en día, 2024, todos los ríos de Chile que desembocan en el mar presentan barreras de salida, cauces elevados y evidente entarquinamiento.

Si a todo este panorama, que desde ya explica por que nos inundamos, se agrega el calentamiento global, se tiene que el Pacífico ha subido su temperatura, por lo tanto, evapora mas agua, formando ríos atmosféricos (vapor de agua) y grandes nubes cargadas (gotitas de agua), lo que hace que las lluvias sean mucho mayores y más intensas que lo históricamente acostumbrado sobre los territorios.

Peor aun, considerando el calentamiento atmosférico global, ocurre que la “isoterma cero”, la línea que marca la división entre agua liquida y solida en las montañas (nieve o hielo), suele subir y llueve sobre acumulaciones de hielo o nieve, que fueron eternas. El resultado será, por deshielo rápido, una gran masa de agua líquida, proveniente de las montañas, que aportará de mucha agua a los procesos de inundación en los cauces inferiores.

Las condiciones para inundarnos ya las hicimos y desarrollamos. Deforestamos casi todas las laderas, entarquinamos durante décadas nuestros cauces, y enfrentamos un calentamiento atmosférico y del Pacífico de origen antrópico. Por lo tanto, seguirán las inundaciones, se saldrán ríos y esteros, inevitablemente y con mayor frecuencia. Habrá grandes derrumbes y remociones de masa.

La cuestión, antes que quejarse y lamentarse de las consecuencias de algo anunciado, es evitar viviendas, edificios, cultivos e infraestructuras en partes inundables, alejarse de posibles remociones de masa, jamás permitir viviendas a orillas de los cauces o bordes derrumbables, saber medir previamente las áreas que se inundarán o amenazan por caer y planificar, normar, el territorio de acuerdo con esta nueva información, bien y profesionalmente recabada. Construir buenos puentes para estas nuevas condiciones y sobre todo informar al habitante.

Pedro Serrano R.
Director Unidad de Arquitectura Extrema, UTFSM. Presidente de Fundación TERRAM para el desarrollo sustentable. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso

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