Valparaíso, los riesgos de la ciudad

Esta columna presenta “un resumen de las amenazas que se ciernen sobre la ciudad de Valparaíso.  Se trata de entender aquí que son muchas las posibilidades y orígenes de desastres, algunos inevitables y otros son riesgos previsibles con antelación. Lo importante es que la ciudad esté permanentemente preparada para hacerles frente y minimizar las consecuencias para la población y la infraestructura ciudadana”.

Pedro Serrano R.
Director Unidad de Arquitectura Extrema, UTFSM. Presidente de Fundación TERRAM para el desarrollo sustentable. Socio del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso

Las ciudades de Chile están sometidas a muchos riesgos y también desastres. No siempre son de origen antropogénico como, por ejemplo, lo son la mayoría de los incendios. Por dar un ejemplo actual de riesgos: el volcán Villarrica, hoy en alerta amarilla, se cierne peligrosamente sobre Pucón, Villarrica, su lago, pueblos como Curarrehue y localidades del lago Calafquén. Hay, de norte a sur del país una decena de volcanes activos que ya han dejado desastres y seguirán haciéndolo.

En este texto se hará un resumen de las amenazas que se ciernen sobre la ciudad de Valparaíso, que no tiene volcán activo cercano (aun, porque los hay sumergidos no muy lejos) en su cerrada cuenca con vistas al mar.  Se trata de entender aquí que son muchas las posibilidades y orígenes de desastres, algunos inevitables y otros son riesgos previsibles con antelación. Lo importante es que la ciudad esté permanentemente preparada para hacerles frente y minimizar las consecuencias para la población y la infraestructura ciudadana.

El mar

La historia cercana, los últimos cientos de años, anotan tsunamis importantes, algunos provocados por terremotos locales y otros que atraviesan el Pacífico causados por terremotos lejanos. Los registros indican que los mayores han llegado hasta el pie de cerro, y otros, han subido por lo que es hoy la Avenida Argentina y barrido de vuelta con el Almendral. El tsunami es un evento posible, imprevisible, que da a la ciudad sólo minutos para afrontarlo. Por suerte el cerro está cerca y para la población hábil -ojo con la población inhábil-, es posible alcanzar los 32 metros sobre el nivel del mar y salvar vidas.

No está claro si los edificios de alturas están calculados para enfrentar sobre todo las aguas de retorno de un tsunami. Si así fuese, entonces subir unos ocho o diez pisos puede ser la salvación de muchos, evacuación vertical. Lo que está claro es que la historia muestra que un tsunami mayor, que algún año ocurrirá, subirá por la ciudad hasta algunos metros en los pies de cerros y las edificaciones debiesen estar preparadas para la evacuación en altura, con escaleras, acceso universal y plataformas de reunión habilitadas. Las edificaciones del plan debiesen resistir la contra ola, permitir la evacuación vertical, y disponer de pisos intermedios con planta libre y usos alternativos poco densos para reunir gente.

También están las marejadas que, con el cambio climático, están siendo cada vez más recurrentes: el 2022 hubo sobre los 40 avisos.  Cuando las marejadas han coincidido con las altas mareas, todo el borde costero de la ciudad se ha transformado en territorio peligroso. He visto personalmente navegar la muralla de containers incontrolados en la costa de Bellavista. Los containers son verdaderos proyectiles metálicos flotantes que pueden destruir partes de la ciudad en caso de Tsunami. El último tsunami en Japón dejó claro que almacenar murallas de containers frente a la ciudad es una pésima idea y esa es precisamente una gran falencia de puerto de Valparaíso. Barcos y submarinos avisados con tiempo pueden salir y capear marejadas y tsunamis, pero la muralla de containers puede ser un juego de bolos para el océano contra la ciudad.

Curiosamente en los últimos años hemos avistado trombas marinas frente la ciudad y algunas -pequeñas aun- han dibujado su camino de techumbres voladas por los cerros. Es un fenómeno nuevo en lo local, bastante impredecible, pero están ocurriendo. Es de esperar que no se formen mayores.

No hay defensa eventual, solo se requiere construir bien.

Lo mismo sucede con los temporales de viento, que por supuesto, están asociados a marejadas (es el viento y su frecuencia en alta mar que provoca los oleajes). Así como las marejadas se han incrementado, estos fuertes vientos de 80 a 100 kilómetros por hora han derrumbado fachadas y volado innumerables techumbres, reventado ventanas y no solo de viviendas precarias, sino que también de edificios mayores. El puerto debe cerrarse en estas ocasiones. Las cubiertas de techo y vidrios volando son peligrosos proyectiles. De nuevo, contra esto la única solución es construir bien.

El agua

La lluvia, es un fenómeno normal cada vez más escaso y deseado. La sequía mayor golpea la ciudad su entorno y sus reservas de agua hace más de 10 años. El problema -en incremento por el cambio climático-, es que las lluvias que vienen pueden ser más intensas, mucha agua en poco tiempo, y esto puede ser desastroso para una ciudad en pendientes, con antiguas y necesarias quebradas que debiesen llevar esas aguas al mar. Se supone que hay cerca de 40 quebradas en la ciudad que definen diez cuencas hidrológicas (L. Álvarez 2001). La ciudad suele maltratar sus cuencas y quebradas tapándolas con escombros y basuras, incluso habitándolas precariamente y acercándose peligrosamente a los cauces.

Lluvias especialmente intensas embalsadas más arriba por basuras y escombros han provocado avenidas de mucha agua y mucha basura. En junio de 1984 hubo 11 día de lluvias intensas e ininterrumpidas. En esos pocos días llovió lo equivalente a un año normal completo. El saldo en toda la V Región fueron 32 fallecidos, 38 mil damnificados y 1500 viviendas destruidas, un evento casi peor que un terremoto. En Valparaíso suele haber avalanchas de barro y agua que arrastran casas y llegan al plan inundándolo.  Esta suerte de “lahar” urbano se puede prevenir. Los lahares volcánicos son avalanchas de nieve fundida por la lava, barro, rocas y árboles arrastrados, que suelen ser lo más peligroso de las erupciones. Un lahar urbano, como en Valparaíso, es una mezcla de colchones, neumáticos, escombros, basuras, enseres, barro, rocas y agua, cuidando las proporciones, igual o peor de destructivo que un lahar volcánico, más aún si hay viviendas de por medio.

Hay otros fenómenos asociados a esto: el agua también se infiltra al suelo, recorre subterráneamente hacia el mar, un terreno húmedo sube de peso y, dependiendo de su estratificación y peso agregado, se puede deslizar fatalmente por la pendiente.

Valparaíso es un “cuarto de embudo”, cónico, por lo que todas las aguas que caigan en su cuenca, por simple gravedad, buscarán su paso al mar. Evidentemente la planificación urbana (asunto poco común en la cuenca de Valparaíso) es la única herramienta con que dispone el Municipio para poder prevenir tragedias. Estas remociones de masa han ocurrido en Valparaíso muchas veces alimentadas por causas naturales y antrópicas. La última, casi detrás de la Municipalidad, fue un escape de aguas y remoción de masa que costó vidas humanas (agosto 2019).

De origen antrópico también ha habido roturas de matrices de agua (ESVAL) que han provocado cortes y daños a calles y viviendas:

 “El chorro de agua se prolongó por 45 minutos, tiempo en que cerca de 300 litros de agua por segundo fueron expulsados desde la tubería rota. El líquido escurrió más de un kilómetro por calle Santa Elena hacia la avenida Argentina, llegando incluso hasta las inmediaciones del Congreso Nacional. El aluvión arrasó con muros de contención, pavimentos, basura y hasta postes de alumbrado público. Además, el sedimento rompió un ducto de aguas servidas” (Julio 2013)

El fuego

El peor daño y permanente riesgo de la ciudad de Valparaíso son, han sido y lo serán los incendios. Contener esto con la configuración cónica de Valparaíso no es muy fácil, pero es la gran masa combustible que rodea y existe en la ciudad, sobre todo acercándose la sequedad del verano, la que puede prevenirse para bajar el riesgo. Toda esa masa combustible vegetal y basural que crece todos los años es lo que se va a quemar habiendo un inicio de fuego casual o intencional. El viento y la baja humedad relativa se suman, el ya mítico 30-30-30: 30 grados de temperatura, 30 kilómetros por hora de vientos y 30% de humedad relativa. Si se agrega a esto que en la región había para 2022 un total de 18.000 familias en viviendas irregulares, tomas, usurpaciones campamentos, construidos precariamente, sin precauciones mayores y básicamente en madera, se tienen aseguradas grandes tragedias que también afectan zonas urbanizadas. En Valparaíso, se quemaron 3000 casas en 2010, 200 en 2017 y muchas otras en incendios más pequeños, en un territorio donde es difícil transitar en un carro de bomberos (P. Serrano, dic. 2023).

Se queman todos los años pastizales, arbustos, árboles y palmas nativas junto con especies introducidas, la mayoría renovales no cuidados. También se queman colchones, neumáticos, muebles viejos, basuras y escombros de madera. Al final, como el tema de los asentamientos irregulares no se va a sanear en muchos años, y la basura no ha sido resuelta, la única forma de contener los incendios peligrosos para las viviendas, tanto precarias como urbanizadas, consiste en retirar las cargas combustibles del entorno antes de la temporada de incendios. El gran incendio de Valparaíso partió al otro lado el camino La Pólvora en toneladas de chamizas (deprendidas de los árboles abandonados) que volaron encendidas cientos de metros por encima de la parte alta y quemaron todo hasta pocos metros del camino cintura. (Valparaíso el dragón forestal, P. Serrano, El Mostrador Mayo 2014). Por supuesto, involucrados en los incendios hay una mezcla de temas culturales, políticos, económicos, sociológicos, de planificación y tecnológicos que, como son de origen humano, se debieran poder resolver. Sin embargo todos los años, parte de la ciudad se quema.

El terremoto

Valparaíso -qué duda cabe- en toda su historia ha sufrido y en el futuro sufrirá terremotos notables, por lo tanto preparase para algo así está en la memoria colectiva de la ciudad. A pesar de eso, basta recorrer los cerros hoy para ver que hay cientos de casas asomadas precaria y audazmente por los bordes de quebradas y cerros, mezclando evidentes problemas estructurales con las posibilidades de incendio y remociones de masa. Esta audacia para auto construir rápido en lugares imposibles es parte de lo que llama la atención al turista que se aventura por los cerros. La búsqueda de espacios en un abigarrado crecimiento de volúmenes en las pendientes se plantea en la lucha por obtener la horizontal, ya sea extrayendo tierra, desarrollando contenciones, extendiendo pilares, descolgando volúmenes. Son soluciones que la gente desarrolla creativamente, en terreno y, digámoslo así: casi nadie supervisa.  (L. Barros, P. Serrano, G. Saravia, 2018)

Por otra parte, mirando el plan de Valparaíso y su historia, esta estrecha parte al pie de los cerros ha sido casi en su totalidad construida por humanos, intentando quitarle espacio al mar. Por eso mismo el suelo no es precisamente homogéneo y la excavación para “anclar” el edificio al suelo suele ser una expedición geológica y muchas veces arqueológica, en busca del manto de rocas que permita asegurar el edificio, a estas alturas cumpliendo normas y usando técnicas modernas para soportar sismos.

Dos terremotos históricos por su magnitud están registrados en Valparaíso, 1730 (9,1) y 1906 (8,2) donde la ciudad sufrió catastróficos impactos por el sismo y el posterior tsunami. También repercutieron en Valparaíso terremotos en 1822, 1873, 1965, 1971, 1985, 2010 y 2015.

Por fortuna, la experiencia de tanto sismo ha fomentado el desarrollo de mejor tecnología constructiva en edificaciones de altura. La mayoría están en el plan de la ciudad, pero es importante considerar que las situaciones de riesgo van en aumento en las construcciones y reconstrucciones que ocurren en los cerros de Valparaíso. Hoy en día estos son un extenso laboratorio ciudadano de creatividad e innovación para la construcción en pendiente, con una ausencia casi total de planificación urbana: a los bomberos y los vehículos de emergencia cada día les cuesta más llegar a los lugares afectados.

Hordas saqueadoras, incendiarias, destructivas.

Este es un riesgo muy actual, que resulta difícil de analizar, por la mezcla de ingredientes que han provocado estos eventos recientes y que han dejado buena parte del plan de Valparaíso en estado de catástrofe. Recurro a algunas lecturas y eventos que he presenciado casualmente.

Carlos Marx (1818 1883) escribía en los inicios del capitalismo que, con su con su esquema de crecimiento, se iban a concentrar fortunas en muy pocos y una numerosa clase trabajadora, con mal acceso a la educación, salud y sustento, iba a acumular descontento por la sola percepción de las brechas en opciones y calidad de vida que se desarrollarían. 200 años después, el estallido social en Chile hizo que más de dos millones de ciudadanos salieran a la calle a protestar por la mala educación, la mala salud, las malas jubilaciones, la mala situación laboral, el mal acceso a la vivienda, la mala distribución del agua, la segregación del mundo indígena, la segregación del mundo LGTB+; la justicia socialmente segregada, con sus clases de ética para los ricos malitos y cárceles indignas para delincuentes pobres; la corrupción en la política, la vista de las grandes estafas en carabineros, ejercito y las múltiples empresas coludidas para estafar los chilenos. Siendo en ese momento, la economía capitalista de mercado implementada en Chile, admirada como una muestra del exitoso sumun del sistema en el planeta. Evidentemente se habían acumulado brechas enormes en todos los temas que resaltaba la ciudadanía. En esto Carlos Marx hizo predicciones certeras.

El estallido social no fue un tema de las izquierdas ni las derechas, (octubre 2019-marzo 2020). Fue una consecuencia diagnosticada del modelo capitalista de desarrollo. En medio de este panorama con millones de personas, ciudadanos, que protestan pacíficamente en las calles, surgen por primera vez con fuerza arrolladora, una nueva mezcla de lo que podría definirse como lumpen unido y alentado por el narcotráfico. Aparecen mezcladas con la ciudadanía protestante las “hordas de saqueadores”, si bien horda proviene de los antiguos ejércitos mongoles, hoy en día la RAE entiende como: “conjunto desordenado de personas: 1 turba, turbamulta, caterva, patulea, hatajo”. Estas turbas, que no eran precisamente manifestantes, se tomaron varios días las calles principales de Valparaíso, quemaron, saquearon, robaron, prácticamente destruyeron todo el comercio establecido, no tuvieron oposición alguna y así Valparaíso recibió uno de los peores golpes de su historia.

No portaban banderas políticas ni pancartas. Me tocó ver personalmente el saqueo de grandes tiendas como La Polar, y un par de supermercados quemados. Decenas de niños y jóvenes corrían con prendas de ropas y electrodomésticos por la Avenida Argentina, parando el tránsito, saltando sobre los autos y depositando rápidamente sus botines en grandes “bolsas matuteras”, bolsas de gran tamaño muy populares hoy en el comercio ambulante ilegal, que sostenían mujeres adultas que daban órdenes a los gritos, bolsas cuyo contenido terminaba en una camioneta F 150, negra y polarizada, sin patente, estacionada en 12 de Febrero. La policía -muy pocos-, lanzaba lacrimógenas desde casi el congreso, a 3 cuadras de distancia.

Todo organizado, todo acordado por redes sociales, uso intensivo del celular, no era mucha gente, eran grupos independientes insertos en el estallido ciudadano, pero sí gente muy violenta y decidida. El botín estaba a todas vistas compuesto por bienes de consumo como zapatillas, jeans y poleras de marca, zapatos de mujer, abrigos y vestidos caros, televisores pantalla plana, y todo aquello que representaba la brecha inalcanzable del consumo de las clases medias, ni siquiera el consumo de las más ricas: las automotoras del plan, por ejemplo, las quemaron. 

Hoy día los soldados de la droga son menores de edad, que ya no juegan a la pelota en los cerros de la ciudad, sino que juegan con armas (2023, testimonio de un colectivero en Placeres alto). Niños sin opciones, jóvenes sin opciones, que ven salida fácil a sus expectativas de consumo, respeto de pares y poder, que la situación socioeconómica y culturalmente estancada de sus familias no permitiría obtener.

Bueno, es sólo lo que me toco ver, oír y respirar, más algunas deducciones que pueden estar erradas. Un análisis sociológico más profundo debiese venir de profesionales.

Lo que sí es interesante asegurar aquí es que, no sólo la situación general no ha cambiado, si no que en Valparaíso se ha acentuado. El asunto tiene un enorme riesgo contenido. Es cosa de recorrer avenida Pedro Montt hoy, principios de enero 23: el comercio callejero indiscriminado, las peleas por los sitios, los protectores, los asaltos dateados cerca de los bancos que son pan de cada día. La situación es difícil de controlar, tiene mucha violencia contenida, y no es controlada precisamente por el lado bueno de la ciudadanía. Visitar Valparaíso centro produce hoy desolación: muchos edificios quemados, comercios tapados por latas, bodegas tapiadas, turistas asaltados, paredes llenas de rayados, ni siquiera grafitis, venta callejera de cualquier cosa cubriendo todas las aceras: Se ve la desesperación de la gente en la acera, el abandono.  Para quien conoció como estudiante privilegiado el Valparaíso de los 70, la experiencia hoy resulta dolorosa.

Epílogo

Valparaíso es una ciudad dinámica, territorio descubierto por España en septiembre de 1536. Juan de Saavedra fue quien le puso su nombre, antes se llamaba Alimapu (changos), tierra quemada (no era una predicción). Fue nombrada puerto de Santiago por Pedro de Valdivia en 1544, designado como puerto natural en abril de 1791 y el primer cabildo municipal se celebró en 1802 con el nombre de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro. En su corta historia la ciudad ha sido bombardeada, destruida por terremotos, tsunamis e incendios, se ha inundado, vertido por las quebradas, saqueada por turbas de ciudadanos, colonizada por el narcotráfico y etc. De todo menos tranquila y estática, cambia de destinos y se proyecta al turismo, las artes, la informática y la innovación. La ciudad en si misma vive su vida en plazos mayores que la permanencia transitoria de sus habitantes.

El lugar como asentamiento humano (changos y otros), tal vez tiene miles de años y unos 479 post dominio español. Está claro que como proyección histórica la ciudad no va a morir, pero también está claro que seguirá sufriendo desastres naturales y antropogénicos. Tal vez sea en el futuro un espacio -puerto interestelar-. Por lo mismo asumir con políticas, cultura y tecnología su naturaleza propensa al desastre sea siempre una necesidad que nunca haya que olvidar.

Share

Agregar un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *