Incendios en Valparaíso: ¿cómo salvar las viviendas?
“Para evitar la pérdida de viviendas debe quitarse la carga combustible en torno a los sectores poblados -pasto, matorrales basuras-, sean estos asentamientos irregulares o zonas urbanizadas de borde quebrada. Y esto debiese ser principalmente un asunto regional. Es el Estado de Chile quien tiene que proteger la vida de los chilenos. Por supuesto también están los municipios, las organizaciones vecinales, la gente misma. Debe ser una actividad anual, que hay que realizar sin dudar por el costo financiero de algo así. ¿Cuánto vale una casa, por precaria que sea, en términos de hogar de una familia humana?, ¿Cuánto vale una vida humana?“
Veinte años de sequía, tres de pandemia, un planeta en crisis de cambio climático y energética, han impactado en Chile con un aumento de las condiciones críticas de pobreza de mucha población. Muchas familias no logran acceder a vivienda y muchas ya no tienen recursos para arrendar. En la región de Valparaíso a fines de 2022 había 255 lugares en toma con unos 18.405 hogares viviendo en situación irregular, en tomas pacíficas, violentas, loteos irregulares, usurpaciones… Básicamente, en zonas periurbanas donde, aparte del difícil acceso, no hay servicios de agua, energía eléctrica ni saneamiento.
La sequía regional lleva veinte años y seguirá otros veinte más por cuestiones que ocurren sobre el Océano Pacífico lejos de Chile, que desvían las antiguas y clásicas tormentas de invierno. Todo esto implica mayores temperaturas y menor disponibilidad de agua. En los sectores periurbanos del gran Valparaíso hay viejas plantaciones de pinos y mucho renoval de eucaliptus, ambos árboles de crecimiento rápido, resinosos y altamente combustibles. El resto predomina en arbustos y pastos de crecimiento anual y, por supuesto, donde hay gente sin servicios, mucha basura. Todo ello es una gran carga combustible de fácil ignición. El calor sube, las llamas también, por lo tanto, la topografía regional tampoco ayuda mucho. El fuego sube fácil por las pendientes, el aire caliente se levanta provocando una succión que hace entrar aire frio por debajo y provoca verdaderos “chorros de dragón” con llamas de ladera de hasta 10 metros de altura capaces de viajar muchos metros (hasta centenares) expandiendo incendios a velocidades incontenibles.
Todo eso lo sabemos desde hace tiempo. Los grandes incendios de la región han afectado sectores poblados, arrasando con 3000 viviendas en la parte alta de Valparaíso en 2014; 140 casas en Puertas Negras en 2017; hace una semana 400 casas en Viña del Mar alto. Estos tres incendios son solo ejemplos, ya que ha habido muchos otros más. Son sucesos dramáticos pero conocidos, diagnosticados, pero se siguen repitiendo.
El fuego
La física del fuego parece simple, se requieren básicamente tres cosas: 1. combustible, 2. temperatura suficiente y 3. Oxígeno. Quitando cualquiera de las tres el fuego se apaga. Por ello las estrategias para combatir el fuego en los desastrosos incendios forestales periurbanos son quitar el combustible del paso de las llamas, enfriar con el uso de mucha agua, evitar el ingreso de oxígeno, aire, tapando las llamas con algo, muchas veces usando tierra. Incluso un golpe explosivo que desplace el aire puede apagar el fuego.
En estos incendios lo que se quema no es precisamente la madera, el pasto o las hojas, (o las cortinas, los libros, las camas, los muebles, las alfombras). Lo que se quema es el gas que emiten estos combustibles cuando se calientan (el fenómeno se llama pirólisis). Las llamas visibles que ondulan en los incendios son gases encendidos. Los combustibles de estos incendios son compuestos fundamentalmente de carbono e hidrógeno, (CxHx), ambos elementos buen alimento para las llamas.
El carbono contenido en las cargas combustibles, bien quemado u oxidado produce CO2, que es invisible a la vista y aporta al efecto invernadero global. Cuando el carbono se quema mal produce CO, monóxido de carbono que es venenoso para respirar. Le falta un oxígeno, por lo tanto aun es combustible, y cuando no logra oxidarse es emitido como carbono (humo negro, hollín).
El hidrógeno de estos combustibles al oxidarse produce óxido de hidrógeno, H2O, o sea agua, que cuando comienza a enfriarse condensa y produce nubes blancas, humo blanco. El resto de los componentes del elemento combustible, en este caso madera, se calcina y produce lo que llamamos cenizas, las que al volatilizar dan al humo un tono café.
Con estos datos y la experiencia de un bombero es posible, a la distancia, determinar características del incendio tales como la temperatura, el tipo de combustible, la ventilación. Las temperaturas de las llamas también se pueden identificar por su color: las llamas más “frías” son de color rojo, más calientes son luego naranja, hasta amarillo, una llama azul, como la de un quemador a gas está más caliente y una tendiendo al violeta, como un soplete bien ventilado, está mucho más caliente aún.
El diagnóstico primario
Estamos aquí hablando de incendios con origen forestal, muchas veces de renovales, rodeados de pastizales y arbustos de crecimiento rápido, que afectan a viviendas precarias de madera, ubicadas sin planificación en territorios no urbanizados, en terrenos con pendientes, quebradas y accesos complicados. Muchas veces los accesos son precisamente caminos forestales y franjas cortafuegos que van por la cumbre de los cerros. Por supuesto, por condiciones territoriales semejantes, estos incendios también afectan a territorios supuestamente urbanizados, como ocurrió en casas sobre el Camino Cintura el 2014, y en casas en sectores urbanizados de Forestal.
La preemergencia territorial de incendio debiese desatarse al final del invierno y comienzo de la primavera, cuando la masa combustible renovada del territorio se seca a ojos vista, y cuando las basuras de las quebradas se van secando -sillones, colchones, neumáticos-. Ya que no es posible bajar la temperatura del territorio, ni evitar los vientos regionales, solo queda una gran medida de precaución: liberar el contorno territorial en al menos 100 metros a la redonda de toda carga combustible: pasto seco, matorrales, pinos y eucaliptus, chamiza forestal y basuras. Esto debiese ser así para territorios tomados y también los urbanizados. Una responsabilidad en primer lugar regional, luego municipal y finalmente ciudadana.
Esto debiese transformarse en un ritual cultural y ciudadano anual, con todas las herramientas tecnológicas y de presión social que se disponga. Ya basta que las quejas vengan después de la tragedia de familias que pierden todo, incluso muertes de seres humanos por imposibilidad de huir.
Ante la imposibilidad de evitar la tomas de terreno y los asentamientos irregulares, un asunto de origen sociopolítico y económico del país que se arrastra por décadas, lo que debiese recomendarse a un grupo de familia que va a una toma, es una mínima planificación que permita los accesos limpios y libres de los vehículos de bomberos, Conaf y emergencias, evitar la contigüidad de viviendas de madera, procurar almacenar agua contra incendios (no de bebida ni riego) pensando sobre todo en el trabajo de los helicópteros de combate al fuego.
Las hojas de los pinos y eucaliptus pirolizan con el calor de un fuego cercano, produciendo explosiones de la cúpula del bosque haciendo que el fuego avance a gran velocidad. Por la experiencia territorial que hemos constatado, los árboles nativos, del bosque esclerófilo local (de sklērós, ‘duro’ y phýllon, ‘hoja: hoja dura), suelen resistir un poco más el paso del fuego; las palmeras, como son un tipo de pasto, llevan su savia por el centro y también suelen sobrevivir al fuego.
En resumen, para evitar la pérdida de viviendas debe quitarse la carga combustible en torno a los sectores poblados -pasto, matorrales, basuras-, sean estos asentamientos irregulares o zonas urbanizadas de borde quebrada. Y esto debiese ser principalmente un asunto regional. Es el Estado de Chile quien tiene que proteger la vida de los chilenos. Por supuesto también están los municipios, las organizaciones vecinales, la gente misma. Debe ser una actividad anual, que hay que realizar sin dudar por el costo financiero de algo así. ¿Cuánto vale una casa, por precaria que sea, en términos de hogar de una familia humana?, ¿Cuánto vale una vida humana?
Pues más allá de cuestiones sociopolíticas, presiones y pretensiones inmobiliarias, votos más y votos menos, no será ni en este ni en el siguiente gobierno que se resolverán los porqués de los asentamientos urbanos irregulares, las urbanizaciones mal planificadas, la mala cultura ciudadana. Tampoco se resolverán los fuegos intencionales, los descuidos, los de efecto lupa, los rayos, los cortocircuitos, la explosión de transformadores e incluso aquellos por auto combustión de materia orgánica en fermentación. Hay estos años sequía, calor, viento, carga combustible amenazando viviendas de seres humanos.
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