¿Qué vendría después de la crisis del capitalismo?
En la anterior entrega de “Interpretaciones sobre el actual estadio del capitalismo histórico” presentamos los análisis de Gastón Soublette, Carlos Ruiz y Yuval Noah Harari sobre la caracterización de la crisis. Sus planteamientos sobre el futuro del sistema serán tratadas en próximas entregas.
Ahora, en esta quinta entrega presentamos las conjeturas de los cultores de la macrosociología histórica acerca de qué vendría después de la crisis.
¿Caída del capitalismo?
En la versión de Wallerstein, el capitalismo caería debido a su incompetencia para revertir los factores condicionantes de la acumulación de capital.
Reiteremos el punto de vista de este autor sobre las limitaciones del sistema para dar una respuesta democrática a las muchas y variadas demandas sociales. Las amplias demandas de los trabajadores por una mejora de su bienestar y movimientos sociales y políticos exigiendo a los actores económicos asumir el financiamiento de las medidas tendientes a controlar los desequilibrios ecológicos causados por el modo de producción capitalista, limitan la capacidad y erosionan la legitimidad del sector de dos maneras muy importantes:
- Primero, poder continuar externalizando los costos sociales, productivos y medioambientales asociados.
- Segundo, poder crear, y sostener cuasimonopolios para la obtención de altas ganancias.
Ambos factores impactan negativamente en el proceso de acumulación de capital, la razón de su existencia. Dichos factores dejan muy en claro la contradicción entre la razón de ser del sistema y el avance del proceso de democratización.
En consecuencia, para Wallerstein, la caída del capitalismo está condicionada por su incapacidad para revertir los factores condicionantes de la acumulación de capital. Él concluye que, por esta razón, el actual sistema habría dejado de ser ventajoso para el sector capitalista.
Como ya se ha señalado, varias diferencias entre los cultores de la macrosociología histórica surgen del peso que conceden a los distintos factores de la crisis y el momento en que ellos pueden acontecer.
Por ejemplo, Collins y Wallerstein se basan en las proyecciones de la comunidad científica para afirmar que la crisis medioambiental no ocurrirá antes de 2100, aunque admiten que algunos países podrían sufrirla entre 2030 y 2050. De todos modos, ellos sostienen que el capitalismo en la forma en la que lo hemos conocido durante las últimas décadas -esto es en su expresión “neoliberal”-, se derrumbará cerca de 2040.
Derluguian concuerda con Wallerstein en que la crisis se desencadenará por las contradicciones entre el sistema económico y el proceso de democratización, más que en el campo de la geopolítica en la forma de guerras mundiales.
Esto ocurrirá principalmente en los países centrales con tradición democrática y existencia de movimientos sociales que demanden el control público de la propiedad privada de las corporaciones más que políticas relacionadas con el desarrollo del poder militar. Puede esperarse entonces la formación de coaliciones políticas movilizadas por un programa de izquierda liberal comprometido con el ideal de una justicia universal.
Para este autor, las principales lecciones del estudio de la caída del bloque Soviético y de la Primavera de Praga son:
- la necesidad de considerar muy seriamente los programas económicos y políticos,
- la formación de coaliciones, y
- la disposición a hacer concesiones que minimicen la incertidumbre de la transición a otra forma de organización de los sistemas políticos y económicos.
Este probable desarrollo no obstaría a la ocurrencia de reacciones xenofóbicas, porque en un mundo globalizado las luchas de clase adquirirán ineludiblemente dimensiones raciales, religiosas y étnicas prominentes.
Por otra parte, los nacionalismos extremos probablemente tratarán de llevar la cohesión y el control policial a su máxima expresión mediante el empleo de nuevos medios tecnológicos.
Para Mann y Calhoun, la crisis medioambiental podría ocurrir alrededor de 2030, antes de que el capitalismo pueda adoptar medidas para asegurar su sobrevivencia.
Sin embargo, Calhoun atribuye más importancia a los riesgos sistémicos exacerbados por el capitalismo financiero.
¿Una nueva socialdemocracia?
Mann y Calhoun, a diferencia de Wallerstein y Collins, alegan que todavía existen razones para esperar que el capitalismo supere sus actuales contradicciones, aún cuando se admita la hipótesis de la declinación del capitalismo en Estados Unidos y Europa y ya no hubiese trabajo disponible barato y los capitalistas no pudiesen apoderarse más de superganancias.
Mann dice que estas contradicciones podrían superarse porque el capitalismo todavía dispondría de recursos para “autointensificarse” mediante la innovación productiva y la globalización. Esto ocurriría si se desplazara al “Resto del Mundo”: solo una parte de la enorme población de India y China habría sido absorbida en un sistema postindustrial mínimamente regulado y este proceso todavía no se desarrolla en África, Asia Central (las exrepúblicas soviéticas) y Asia del Este (principalmente Corea del Norte y Mongolia)
Pero este escenario enfrentaría problemas relacionados con el medio ambiente, especialmente en China y en la India, en donde la comunidad científica prevé los mayores desastres medioambientales.
La mayor productividad del trabajo y el aumento del consumo podrían compensar la caída de las ganancias del capital en occidente y generar un sistema reformado a escala global con mayor igualdad y derechos sociales ciudadanos para todos.
Todo el planeta podría gozar del tipo de derechos que tuvieron los trabajadores en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esto significa que el capitalismo podría sobrevivir mediante una nueva forma de socialdemocracia.
Wallerstein y Collins no consideran que el surgimiento del “resto del mundo” contradiga su hipótesis de la caída del capitalismo. Muy por el contrario, la proliferación de nuevos capitalistas en los mercados globales o la movilidad global de una competitiva nueva clase media educada agravará los problemas del capitalismo.
Pese a sus diferencias todos comparten la esperanza en una reducción de la desigualdad en la distribución del poder político y económico en el mundo.
Las interpretaciones predominantes del estallido social en Chile siguen el punto de vista de los cultores de la economía neoclásica y del postmodernismo rechazando por lo tanto la idea de que el capitalismo experimentará cambios radicales. Para ellos la idea de la recuperación del sistema es el centro de su interpretación. Este análisis no considera que somos sólo un parte de la economía-mundo capitalista y que en ella ocupamos un lugar periférico. En esta entrega se refuta ese análisis porque tal recuperación está profundamente afectada por la crisis de toda la economía-mundo capitalista. La salida de la crisis supone una respuesta global y el fortalecimiento de la gobernanza mundial de la economía-mundo.
Aquí sólo se trata de la gravedad de la actual crisis económica a nivel global sin explorar en las acciones de política en las tres arenas sobre las cuales se debería actuar para enfrentar la crisis: la arena de los Estados-nación, la arena supranacional y la arena transnacional. Estas dos últimas envuelven una verdadera reforma de la ONU muy resistida por sus miembros permanentes.
Con respecto a la crisis de la economía-mundo, hay que decir que ella no estaría viviendo hoy una recesión, sino que una depresión cuyo inicio puede remontarse a fines de los sesenta.
Durante todos estos años, se pueden constatar el aumento de desempleados, el proceso de exportación recíproca de desempleados, la pérdida de beneficios sociales de los pensionados y de los grupos desempleados, las restricciones en los gastos en salud y educación e inmensos flujos migratorios desde la periferia hacia los países centrales, hoy en crisis. Estos problemas están claramente documentados por un abundante número de estudios procedentes de la academia, de la ONU y ONGs. El análisis económico convencional basado en el seguimiento del comportamiento de los mercados bursátiles no es el más apropiado para apreciar la profundidad de la crisis sistémica, porque no mide las tasas de crecimiento y ganancias. Durante las fases de contracción de la economía-mundo (Fase B del Ciclo Kondrátieff en la terminología de Wallerstein) hay siempre ganadores y perdedores y el problema consiste en dilucidar quiénes y cuántos son ellos y cuál es la brecha que los distancia[1].
El futuro de la economía-mundo capitalista como sistema histórico está asociado a su capacidad para asegurar que la tensión entre distribución y acumulación sea resuelta dentro de los límites del sistema económico y político vigente. El Estado necesita de la empresa privada para generar empleos y recursos financieros para la realización de sus funciones de bienestar, sin las cuales pierde toda su legitimidad. Por eso no puede horadar las competencias de la empresa privada para producir riqueza. Pero la acción económica de la empresa está dinamizada por la incesante acumulación de capital y allí radica el origen de su oposición a toda forma de intervención estatal que limite su tasa de ganancias.
El esfuerzo por compatibilizar crecimiento –dinamizado en el sistema capitalista por el incesante proceso de acumulación de capital- y distribución, define la esencia de la propuesta socialdemócrata. Este es el tipo de compromiso que se expresa en el Estado de Bienestar instaurado en las economías centrales y cuyo éxito estuvo condicionado a la gran expansión ocurrida durante los años cincuenta y sesenta, pero que empezó a dar señales de deterioro cuando la economía–mundo entró en los años setenta en un largo periodo de estagnación[2]. Durante el periodo de expansión económica la socialdemocracia actuó como un “movimiento” en la medida en que podía responder a las demandas y aspiraciones de integración social de una variada gama del “pueblo” y no solamente de la clase trabajadora.
“Cuando la economía entra en el periodo de estagnación y se impone la hegemonía de las políticas neoliberales, la social democracia de los países centrales retira su fuerte apoyo al Estado y adopta un ‘suave apoyo al rol del mercado’. Esto no puede estar mejor simbolizado en la idea de Blair sobre ‘the new labour’”[3].
Immanuel Wallerstein
Ahora ya no es posible seguir denominándola un movimiento solidario e internacionalista, aunque tampoco durante los años de expansión económica se mostró fuertemente unida a las minorías étnicas y emigrantes.
Desde el punto de vista del comportamiento de la economía-mundo, Wallerstein no descarta el eventual surgimiento de una nueva fase A de expansión del ciclo Kondrátieff, pero la crisis sistémica impediría que ella pudiese cumplir la función de restaurar la normalidad del sistema.
[1] Wallerstein, Immanuel, “Impossible choices in a world depression”, Commentary no. 283, 15 de junio de 2010. Disponible en http://bit.ly/cZX6AJ; “End of the recession? Who’s kidding whom”, Commentary no. 296, enero 2011. Disponible en http://bi.ly/eZMbfO; “Does Socialdemocracy has a future?” Commentary no. 290, 1 de octubre del 2010. Disponible en http://bit.ly/jshtss.
Ver Pizarro, Crisóstomo. “Postscriptum. Los límites del sistema mundo capitalista” en Escritos para disentir (Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, PUCV, 2011) pp. 149 – 155.
[2] Un estudio de la evolución del PIB per cápita entre 1960 y 1980, 1980 y 2000 y 2000 y 2010 se presenta en Pizarro, C., “Políticas Neoliberales y caída del PIB per cápita en el mundo y en América Latina”, Cap. IX de ¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista? La crisis del capitalismo y otra manera de vivir y pensar, Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2020, pp. 113-121.
[3] Ver Wallerstein, Does Socialdemocracy have a future? op. cit.
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