Palabras para oídos jóvenes
“quienes tenemos ya un recorrido de vida hemos visto muchas cuestiones “categóricas” que llegaron para quedarse mil años y solo se quedaron pocos años. Entonces es mejor buscar los acuerdos necesarios. Eso no significa conservadurismo. Ojalá haya en esta convención al menos treinta justos que, desde sus distintos lugares, sean capaces de influir por un texto que sea a la vez progresista y democrático y que pueda enmarcar el proceso de cambios que necesita Chile para el futuro”.
Como es obvio, pertenezco a otra generación, lejana a la de los expositores que me precedieron, que se conocen entre ellos, se han encontrado en los patios universitarios, etcétera. Pertenezco a una generación que empezó a hacer política en los años 66, 67 y 68 con la reforma universitaria, que pasó después a la Unidad Popular, una generación que conoció la Dictadura, vivió la cárcel y el exilio y, después, la reconquista de la democracia y el fin de la dictadura en Chile. Es una generación que tuvo que enfrentar un periodo de grandes cambios, no solo en Chile sino en el mundo, con la transformación de la sociedad industrial en los años 80 y el comienzo de la era de la información, de la era digital antes del inicio del siglo XXI.
Esa generación (y en eso comparto muchas de las cosas dichas en este seminario) ya está en el crepúsculo –no solo de sus vidas sino de un cierto deber social, de una cierta vocación por lo público– y debe dejar paso a nuevas formas de pensamiento.
Desde la experiencia que aporta el estudio prolongado de procesos de cambio en el mundo y en las líneas de dirección de la reflexión intelectual, quisiera hacer algunas advertencias sobre cosas que tendemos a considerar permanentes pero que, en realidad, no lo son. Quiero señalar esto como un elemento para la reflexión.
Resultados electorales
En la actualidad, no sólo en Chile sino a escala mundial, hay un cambio muy fuerte en relación a la manera como se generan el voto, la voluntad política y la situación electoral en general.
En la sociedad industrial, se daba en este ámbito una relación mucho más permanente o más fiel. Es decir, había categorías, grupos, clases o sectores sociales adscritos a cierto pensamiento político o a cierta tendencia. Hoy día, hay una sociedad mucho más singularizada e individualizada, en la cual el voto se vuelve extremadamente volátil o cambiante.
Hace cuatro años, Sebastián Piñera obtuvo el 55 por ciento de los votos aunque con porcentajes de votación pequeños, porque hay una parte importante de la población cuya opinión no conocemos. Alguien podría interpretar que es la “mayoría silenciosa”, pero creo que eso no es adecuado. Simplemente no sabemos lo que piensa, es un ciudadano que no se transforma en elector y eso es lo que se sabe: que no se transforma en elector.
Ese triunfo de Piñera se analiza como una opinión negativa sobre lo que había sido el gobierno de Michelle Bachelet y el tipo de reformas que propuso. Quizá en parte lo era, pero había también un estado de ánimo que permitió que Piñera –que no es un hombre particularmente carismático ni cuya empatía salte a la vista sino, más bien, que genera cierto rechazo– lograra esa votación. ¿Quiere decir que Chile se volvió de derecha, rechazó las reformas? ¿Por qué, entonces, a mediados del camino de Piñera, hay algo como el 18 de octubre, algo tan fuerte que cambia completamente el cuadro político?
Entonces, lo primero que quisiera señalar es esto de la volatilidad, de lo que Bauman llamaba la liquidez y otro sociólogo, Ulrich Beck con quien me tocó trabajar mucho, llama la sociedad del riesgo, donde el cambio es muy difícil de aprehender. Ese es un elemento importante para analizar el significado de los últimos resultados electorales en Chile.
Se suele decir que se acabó un ciclo, que estamos en otra situación, que hay partidos que ya no tienen sentido de ser, que viene un Chile distinto, el Chile de una izquierda radical, que al fin entendió el pueblo, que leyó bien lo que tenía que pasar y hubo este resultado. Esos elementos pueden estar presentes, pero es importante recalcar que tal situación puede ser frágil en el tiempo.
Ciertas afirmaciones son ilustrativas en este sentido. Por ejemplo, se dice que esta es la elección más importante en 200 años. Yo no me atrevería a decir eso, ¿quién sabe qué puede ser más importante en 200 años? O se habla de “los partidos tradicionales”. El partido más tradicional que hay en Chile es el Partido Comunista, con excepción del Partido Radical, que es un partido muy venido a menos y que aparece ahora como un cascarón. El Partido Comunista es el más antiguo de Chile y, si tomamos el comienzo del Partido Comunista con el Partido Obrero Socialista creado por Recabarren, es largamente el más antiguo. Además, es un partido sustentado por una doctrina antigua: el marxismo leninismo, o sea, el socialismo científico. Podemos hablar de la existencia del socialismo científico como doctrina ya con el Manifiesto Comunista a mediados del siglo XIX y, posteriormente, la Vulgata marxista leninista generada por Stalin ya en los años 20. En el segundo Congreso de la Internacional Comunista ya está planteado el tema del marxismo leninismo como doctrina y el Partido Comunista se sigue reconociendo marxista leninista.
El Partido Comunista tiene una historia fuerte en Chile gracias a que no fue una pura creación de la Tercera Internacional. Sin embargo, esa historia muy fuerte ha tenido momentos muy diferentes: en un momento se acerca a una concepción democrática y después se aleja de esta. Ahora bien, desde un punto de vista teórico –para hablar de teoría en serio–, no se puede ser a la vez marxista leninista y demócrata; son dos concepciones diferentes. El marxismo significaba la superación de la democracia hacia una sociedad comunista que pasaba por un período de la dictadura del proletariado.
Estoy hablando de teorías fuertes porque, con todo respeto, conocí a Ernesto Laclau y Chantal Mouffe y ellos han generado esta visión del populismo de izquierda como una respuesta, pero que teóricamente es algo muy enclenque, muy débil todavía, y cuyos resultados históricos no son muy halagadores. Los populismos latinoamericanos de izquierda han sido bastante desastrosos y, en Europa, lo que ha triunfado ha sido más bien el populismo de derecha que, aunque tiene puntos en común con el de izquierda, tiene diferencias, como es el caso de Hungría y Polonia.
Quiero mencionar otro dato concreto que hemos estado estudiando en el Colegio de Estudios Mundiales de París pues el caso de Estados Unidos es muy fuerte.
Hago notar que hace muy poco tiempo de las cosas que marcaban una situación internacional complicada, una situación mundial de un tipo de globalización que funciona mal. Aparecía Trump como un elemento extraordinariamente regresivo: se salió de la conversación sobre los aspectos del cambio climático, que le parecía un horror porque era malo para los negocios. Y en Estados Unidos vimos una caída de la convivencia democrática que terminó con el asalto al Capitolio. Pero, finalmente perdió Trump –bien por la democracia que haya perdido Trump–, y el gobierno de Biden ha sido una tremenda sorpresa para todos: en este momento, tenemos una situación que tiene que ver con la distribución y redistribución que no se veía desde los tiempos de Franklin Roosevelt y de la idea de la gran sociedad en los años 60. Volvemos nuevamente a impuestos progresivos y a una distribución económica y yo creo que por primera vez en muchos años Estados Unidos va a tener muchas mejores cifras en términos de la igualdad social. Es decir, ayer estábamos en una situación donde todo parecía oscuro y hoy día estamos en una situación donde hay una gran mejoría de aquello. Hoy día prácticamente las medidas más tendientes a la igualdad son las que existen en los países nórdicos y Estados Unidos. Europa continental está todavía con problemas con eso y en China y Rusia, aunque disminuyó la pobreza, aumentó la desigualdad.
Estos casos muestran como las situaciones son cambiantes, no se instalan por un tiempo largo y son construcciones muy lentas. Es en ese sentido que llamo a no ser categórico, hay que ser muy cuidadoso en eso.
Todos estos elementos reafirman la insistencia en la necesidad de no hacer afirmaciones tan categóricas respecto a determinados temas.
En otro orden de ideas, muchos de los aspectos señalados en las exposiciones anteriores me parecen importantes. Me referiré, en concreto, al tema ambiental y al tema de la transición democrática en Chile.
Desarrollo ambiental, económico y democrático
En el tema del desarrollo económico, una variable muy importante es la variable ambiental. No solo en sí misma, para el futuro de la humanidad, para ver qué tipo de sociedad va a sobrevivir con una base de la ciencia y la tecnología y cómo van a convivir estos elementos y apoyarse unos a otros. Es importante también porque la idea de que lo ambiental es enemigo de un desarrollo económico es falsa. Por el contrario, actualmente, una economía con base ambiental puede tener una capacidad mucho mayor que una economía con base fósil. De allí que deba estar muy presente en el análisis.
Respecto a la visión de lo que fue la transición democrática chilena, estoy de acuerdo en la necesidad de una visión muy crítica acerca de cómo fueron los 30 años. Hay que señalar que, en realidad, no son 30 años, porque hay 20 años en los que Chile tiene una fuerza propulsora en que va con errores y deficiencias y en que se podría haber avanzado más rápido en sacar de algunos aspectos de la economía visiones todavía ligadas al neoliberalismo anterior, a la doctrina neoliberal. Aunque ahora se le dice neoliberal a todo, pero la doctrina neoliberal tiene un significado muy muy preciso y muy concreto.
Al mismo tiempo, hay que ver por qué Chile, de ser un país de la medianía absoluta durante todo el siglo XX, pasa a ser un país importante en América Latina. Sin embargo, pese a que los números dicen otra cosa, se produce este descontento y malestar, una situación en la que una parte importante de la población siente que no se le ha entregado lo debido, una calidad de vida.
Desde el punto de vista sociológico, es importante mirar la diferencia entre la verdad estadística y la verdad de la percepción. Estadísticamente, pueden existir y ser realidad cifras muy buenas pero, al mismo tiempo, haber una verdad perceptiva distinta. Esa verdad perceptiva es cómo percibe o siente cada quien la situación.
Por ejemplo, ahora no se vive la pobreza como cuando yo era joven. En esa época, los pobres chilenos no usaban zapatos, no usaban cinturón, usaban una pita para amarrarse los pantalones. Los jóvenes pobres eran como el plebeyo medieval, se vestían de otra manera y su tenida se diferenciaba de la tenida de la clase media, incluso de la clase media más baja. Aquel era un mundo completamente diferente.
Lo que quiero señalar es que hay una diferencia entre los avances estadísticos y los avances perceptivos de un país. Los segundos traen descontento e, incluso, una situación de desconsideración, de discriminación, de falta de respeto a la dignidad.
Por eso la palabra dignidad adquiere un rol muy importante en toda esta contestación al tipo de desarrollo que se va produciendo. Mucho más cuando, en los últimos diez años, Chile perdió el impulso y comenzó a decaer lentamente, es decir, ya no avanza ni en términos de los indicadores estadísticos y económicos, ni en términos culturales y educacionales. Aunque también estén asociados al ciclo mundial, esos diez años de caída llevan a una suerte de frustración muy grande, de una esperanza truncada.
A eso se le suma una caída moral de instituciones políticas, como el Congreso o los partidos; de instituciones morales, como la iglesia; de instituciones privadas, como la industria, que predica la competencia pero practica la corrupción. Todo eso va generando una desconfianza muy fuerte hacia el conjunto del sistema político que es lo que estamos viviendo ahora.
Voto voluntario y obligatorio
En cuanto a la abstención electoral, yo creo que lo intuitivo es pensar que si el voto es voluntario van a votar los sectores más educados. Pero, cuando se hizo el voto voluntario, en la primera votación que hubo a la derecha le fue muy mal. No es claro que en los votos voluntarios convengan más a los más ricos o a los más cultos. A veces le conviene más a las fuerzas más organizadas, más militantes.
Pero el tema no es ese. El tema es la preocupación por la ausencia de votos. Históricamente, Chile ha sido un país con una alta votación, en torno a los 70 u 80 por ciento de los inscritos y, con el voto voluntario, hubo una caída profunda. Yo creo, seamos sinceros, que nosotros creímos que éramos mejores de lo que éramos, que los chilenos teníamos una autoimagen de ser cívicos y de que nos gusta votar y de que somos súper demócratas, y resulta que éramos más poltrones que demócratas. Es decir, que si no me obligan, si nadie me va a cobrar (aunque nunca se cobró una multa cuando el sistema era obligatorio), no voy a votar. El que no tenía un interés grande, no tenía un espíritu que lo moviera a votar y eso es lo que estamos viviendo ahora. En el apruebo era más fácil, porque se votaba por una idea central, y por eso se movió más gente pero en estas elecciones volvimos a bajar el porcentaje de votantes. Habrá que estudiar habrá que llegar a la conclusión de que somos menos cívicos de lo que creíamos y de que el voto obligatorio hace que la gente vote más, lo que fortalece la democracia y aumenta la legitimidad en quienes son elegidos.
Entonces, a lo mejor hay que ver con mucho pragmatismo esto del voto voluntario: no es un tema de principios. En Francia, por ejemplo, el voto es voluntario y en las elecciones presidenciales el porcentaje es muy alto, alrededor del 70 u 80 por ciento pero, sin embargo, en las elecciones municipales baja a 50 o a 45 depende del nivel de importancia que le dé la gente para su vida.
A lo mejor, pragmáticamente, vamos a tener que volver al voto obligatorio de tal manera de darle el empujón cívico que le falta a la gente dárselo por la vía de la obligación. No es lo óptimo, yo prefiero que la gente vaya a votar sin que haya un elemento jurídico detrás que lo obligue pero, tomando en cuenta lo que ha sucedido, a lo mejor eso es lo que lo que corresponde en el caso de Chile.
Partidos políticos
Los partidos políticos tienen una responsabilidad muy fuerte en todo esto. La tiene una derecha que tira la cuerda siempre. Es decir, una derecha que no toma en cuenta que, manteniendo su posición, su conservatismo, su doctrina liberal, tiene que tener una convivencia con la sociedad. Sin embargo, en sus ciudades fragmentadas se forma un mundo aparte, con colegio aparte, con seguridad aparte, con todo aparte; donde se va, por ejemplo, de Pudahuel a La Dehesa y el otro mundo no existe. Se podría pensar que esto no importa porque la sociedad actual es digital pero ya se ha señalado la importancia de la territorialidad, de la cercanía, del encuentro con el otro. Eso ha sido clave en los triunfos electorales: los nombres nuevos son todos muy ligados a una territorialidad fuerte, a un trabajo largo, a un establecimiento de confianza.
Estos partidos también llevan una vida endógena y aparecen en la prensa peleando entre ellos, sin creer en lo que creen. Los proyectos colectivos se han transformado más bien en pequeñas empresas personales y eso provoca también una caída.
Yo creo que esa caída ha existido en una centroizquierda que, durante el período en que estuvo a cargo del país, realizó muchas cosas buenas y cometió muchos errores también pero, frente a la crítica, en vez de asumir méritos y errores en el análisis crítico, señala solo errores y toma una actitud de golpearse en el pecho y decir “yo pequé, yo fui borracho”. Naturalmente, nadie puede sentirse atraído por alguien que dice que hizo todo mal y estos partidos no tienen capacidad para proyectarse hacia el futuro.
Aquí hay varias posiciones. A mí no me convence teóricamente la división pueblo-élite. Teóricamente, es muy endeble. El populismo tiene toda una historia (el populismo ruso, el populismo norteamericano, etc.) que es muy endeble y que normalmente ha estado ligada a salidas autoritarias. Ahora, cuando señaló esto, reconozco que la democracia liberal tiene muchos defectos también. Yo creo que la democracia representativa es la que defiende los valores de la libertad individual y de la igualdad pero, si se produce un desajuste en esos valores, es decir, si se transforma en una democracia puramente procedimental o puramente esencialista, está perdida. Hay formas de comunicación posibilitadas por los nuevos elementos tecnológicos, que tienen que complementar esa democracia representativa pero no creo que se tenga que perder la democracia representativa.
En este sentido, tiene que haber instituciones de mediación. Pero esas instituciones tienen que funcionar de otra manera. Es obvio que, tal como están, no dan confianza y, por eso, es necesario realizar esos cambios pensando en el futuro, en una sociedad democrática donde nadie tiene su lugar comprado y dónde va a haber muchas novedades y variaciones.
Palabras finales
Lo que he querido decir en esta intervención, más que nada es, atención. Atención, porque quienes tenemos ya un recorrido de vida hemos visto muchas cuestiones “categóricas” que llegaron para quedarse mil años y solo se quedaron pocos años. Entonces es mejor buscar los acuerdos necesarios. Eso no significa conservadurismo. Ojalá haya en esta convención al menos treinta justos que, desde sus distintos lugares, sean capaces de influir por un texto que sea a la vez progresista y democrático y que pueda enmarcar el proceso de cambios que necesita Chile para el futuro.
Albert Camus tiene una frase magnífica. La frase que conocemos todos es la de Maquiavelo, “el fin justifica los medios”. Albert Camus cambia esa frase y dice “son los medios los que prefiguran el fin”. En otras palabras, no se puede querer un fin loable a través de medios no legítimos. En ese sentido, también es muy importante, junto con expresar sus convicciones, la búsqueda también de caminos en los cuales quepamos todos.
Este texto es la versión escrita de la presentación realizada en el seminario “Análisis del Momento Político y del Proceso Constituyente” organizado por el Centro de Estudios del Desarrollo, CED, el día 26 de mayo de 2021.
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Buen análisis y sobre el columnista pienso que le queda bien – en el contexto del tema presentado – el aforismo popular “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”