Tres críticas radicales al capitalismo: Una civilización que destruye la vida, el capitalismo de servicio público, y el desarrollo de las ciencias conjuntamente con la “religión de los datos”

Crisóstomo Pizarro Contador
Director Ejecutivo del Foro de Altos Estudios Sociales Valparaíso

En esta entrega de “Interpretaciones sobre el actual estadio del capitalismo histórico (4)” presentamos los análisis de Gastón Soublette, Carlos Ruiz y Yuval Noah Harari sobre la crisis del sistema. Ellos coinciden en que la crisis es de tal gravedad que podría dar lugar a transformaciones más profundas que las previstas por los autores destacados en la anterior entrega.

Gastón Soublette: el modelo de civilización vigente destruye la vida

El modelo de civilización vigente compartido por el marxismo y el capitalismo es tecno-económico y la sociedad una forma mediante la cual los hombres organizan los recursos materiales y humanos para la producción. El conocimiento del mundo sólo persigue el logro de objetivos útiles para la reproducción de la vida material de la humanidad. Por estas razones, la idea de un nuevo pacto social no debe identificarse con la cultura alternativa propuesta por Gastón Soublette. La idea de un nuevo pacto social sintetiza las demandas sociales manifiestas en el estallido social de octubre de 2019. El pacto procuraría una nueva organización de la sociedad, pero sería erróneo identificarlo con un cambio de paradigma cultural ya que no se aparta del fundamento de la matriz civilizatoria fundada en una concepción materialista de la cultura.

La cultura alternativa supone un cambio en el fundamento de la civilización humana. Esta rechaza el concepto de civilización dinamizado por la idea de progreso industrial y tecnológico causante de la destrucción del planeta, la desorganización de la vida en sociedad, el desequilibrio psicológico, la subordinación o abandono de los valores éticos a los intereses materiales y los conflictos de poder que han derivado en guerras mundiales y parciales que tanto sufrimiento han causado a la humanidad[1]. Las principales características de la cultura alternativa serán resumidas en una próxima entrega.

Carlos Ruiz: Un capitalismo de servicio público dependiente del gasto del Estado

Para Carlos Ruiz una de las características más sobresalientes de la modalidad extrema de capitalismo asumida en Chile es el “capitalismo de servicio público” cuyo crecimiento es atribuible a su dependencia orgánica del gasto estatal. Este desarrollo es conceptualmente asimilable a lo que Stiglitz llamó “capitalismo corporativo” ya referido en la primera entrega. Contrariamente a lo que se ha sostenido, el capitalismo en su expresión neoliberal más extrema no ha significado menos Estado. El neoliberalismo no puede sobrevivir sin el Estado. El Estado termina subvencionando un lucro privado de empresas de servicios sociales de educación en todos sus niveles, salud, vivienda social, protección de la niñez, nuevo estatuto mercantil del suelo urbano y cárceles, entre otros. No hay más libertad. No solo se trata del emprendimiento empresarial, sino del individuo común, que sin capacidad de emprender es víctima de los estragos de esta forma del capitalismo[2].

El mercado no genera libertad. La acumulación de la riqueza alcanzada gracias a las burocracias del Estado tan despreciadas por la ideología neoliberal no es el resultado de la libre competencia. Es una consecuencia del manejo de la burocracia del Estado que el sector capitalista tiene bajo su control. Esa riqueza es en suma una producción política en gran parte originada en la colusión de precios y acuerdos convenidos para la distribución de cuotas de mercado. Todas estas ventajas requieren de una férrea protección que muchas veces permite que quienes cometen estos actos de corrupción queden impunes. Dicha impunidad fue una contribución decisiva en la constitución de “una nueva fronda aristocrática”[3].

Por otra parte, el Estado tampoco genera igualdad. No sólo se trata de la igualdad de oportunidades, porque ella comprende, también, redistribución de poder y riqueza, y requiere un Estado, pero no uno burocrático, sino uno democrático. La prioridad del interés general debería ser la consecuencia de una efectiva expansión de una política en la cual la sociedad se exprese. La falta de estas condiciones da lugar a una crisis de las orientaciones de la cultura política.

Dicha expansión no ha sido favorecida por aquellas políticas socialdemócratas que asignan la responsabilidad del cambio deseado a la acción estatal desconociendo la capacidad de transformación de los sujetos sociales. El Estado se definió como el “depositario de una racionalidad universal en la que, en realidad, el protagonismo se reduce a “los cuadros de la burocracia y la representación política partidista”[4].

El autor critica a la izquierda por haber abandonado el ideal de la libertad. Esto expresa preclaramente su condición de vencida. Para asumir los ideales de la libertad, es necesario el fortalecimiento de los proyectos de individuación. “La colonización empresarial del Estado y su necesaria democratización ha de ser recuperada bajo estos ideales”, pensando mucho más allá del pequeño e inmediato objetivo consistente en la sobrevivencia electoral[5].

La privatización de la reproducción material de la vida origina múltiples tipos de resistencias sociales que reclaman la defensa de la soberanía humana, así como la capacidad de determinación del individuo sobre su propia vida “expropiada” en nombre de una libertad mercantil. En este contexto surge el individuo que persigue su identidad y que se manifiesta de formas múltiples a través de distintas demandas. Todas ellas tienen en común la recuperación y expansión del ideal de la libertad en las luchas por la igualdad que se transforman en fuentes de un “nuevo humanismo”[6]. La experiencia neoliberal dio forma a un tipo de individuo que reclama una libertad más compleja y no limitada solamente a escoger las ofertas del mercado, autonomía individual sobre los variados ámbitos de la vida y “mayores espacios para la sociedad civil, de un espacio público real, no Estatal; no de un Estado devorador de funciones de la sociedad civil”[7]. La ausencia de dichos espacios explica la incompetencia del sistema para asumir esos reclamos y poder procesarlos debidamente, así como su generalizada crisis de legitimidad.

Ruiz señala que desde la revolución pingüina de 2006 hasta la marcha del orgullo LGTBI en marzo de 2019, es posible observar numerosas manifestaciones que anteceden el estallido de octubre.

Las prácticas sociales de acción y organización de un nuevo pueblo en proceso de constitución se identifican mediante la definición de la “oligarquía” neoliberal como su verdadero adversario. Con el estallido de octubre adquiere forma abierta esta nueva polaridad al universalizarse debido a la reunión de disímiles protestas sectoriales y posición desafiante a todas las condiciones que facilitaron la exclusión y el abuso.

La experiencia neoliberal extrema condujo a una profunda transformación de la clase media clásica. La posesión de un título profesional le permitía su entrada a una nueva situación social caracterizada por el goce de cierto bienestar, estabilidad y desarrollo de rasgos culturales específicos.

La mercantilización desregulada de la educación superior con muy variados niveles de calidad lanza miles de nuevos graduados -que esperan pertenecer a la clase media- a mercados muy segmentados y cuyas ocupaciones se desarrollan en cualquier lugar, incluyendo la calle y el trabajo en casa, lo cual no guarda similitud con la homogeneidad tradicional. Además, sus familias deben sobrellevar cuantiosas deudas. Esto está en la base del malestar y frustración de muchos egresados de la educación superior que no pueden incorporarse al trabajo estable.

 La nueva estructura productiva generada por el capitalismo avanzado expulsa de la fábrica y la oficina a sus trabajadores y esta situación no puede justificarse por el cambio tecnológico. Esto transforma las antiguas manifestaciones del conflicto social protagonizado por la clase obrera industrial y la clase media clásica que reclamaba mejores condiciones de vida mediante petitorios que recogían las demandas compartidas por todos sus miembros. En su lugar hay un clamor por “cambiar la vida” hasta convertirse “en un solo y monumental tema”: las nuevas fuentes del conflicto social – que el individuo sufre diariamente pasando de unas a otras y que se superponen – le impulsan a revelarse contra el sufrimiento pidiendo al mismo tiempo más tiempo libre. Estas condiciones no son comprendidas por una “ensimismada casta política” como tampoco por los dirigentes apegados a los cánones de los antiguos petitorios.”[8]

La falta de legitimidad da lugar a una alta movilización que no se canaliza a través de los antiguos sindicatos, gremios de empleados y profesionales y sus respectivos dirigentes y partidos políticos. Son los individuos los que se manifiestan en múltiples formas: pancartas, muros frases y disfraces.

Estos individuos que aún no constituyen organizaciones y modalidades asociativas no alcanzan a formarse como una nueva clase. Sin embargo, pese a estas condiciones, poseen las competencias para rechazar a la ideología neoliberal que identifica la felicidad humana con el consumo y que pretende explicar no sólo la acción económica como una conducta racional, sino que también la política y la sociedad. La antítesis a esos supuestos de dicha ideología es el clamor de estos individuos por una vida digna. El punto de vista de Ruiz sobre lo que podría surgir de la crisis se presentará en una próxima entrega.

 Yuval Noah Harari: Tres problemas aquejan a la humanidad: la guerra, la catástrofe ecológica y la disrupción tecnológica

 Harari, apoyado en un nivel macroeconómico e histórico de miles de años, muestra la necesidad de analizar los tres principales problemas que aquejan a la humanidad: la guerra nuclear, la catástrofe ecológica y la disrupción tecnológica provocada por la investigación científica hasta alcanzar la supremacía de la “religión de los datos”. Estos problemas están relacionados, pero la posibilidad de evitarlos no es igual para todos. La guerra nuclear y el colapso ecológico no son inevitables, y debemos prevenirlos. Y en este sentido podríamos afirmar que existe un consenso. No podemos decir lo mismo con respecto a la disrupción tecnológica[9].

La crisis climática podría enfrentarse con el 3% o 4 % del PIB global. Los presupuestos de defensa son cerca del 2% del PIB global y podrían ascender al 6% u 8% si explotara una guerra mundial mañana. Si se invirtiera esa cantidad de dinero en la crisis climática, ella sería resuelta. La gente que antes negaba el cambio climático lo admite ahora, pero dice que ya no se puede hacer nada, porque solucionarlo es muy caro y es muy tarde. Y no es así. No es muy tarde, y no es muy caro. Es, de hecho, menos caro que una guerra mundial. Podemos hacerlo.

Con respecto a la disrupción tecnológica, Harari dice que muchas personas, corporaciones y gobiernos tienen una actitud positiva frente a ella y ciertamente estará presente en 100 años más. Ignoramos si la manejaremos bien o no, ya que es mucho más difícil desarrollar una visión respecto de ella. En cambio, como se ha dicho, una visión acerca de prevenir el cambio climático es fácil de desarrollar, aunque difícil de implementar. Esa disrupción será tratada latamente en en una próxima entrega.

Sin embargo, hay opciones relativas a la tecnología que podríamos considerar, por ejemplo, desarrollar instrumentos de vigilancia para oponerse a los que usan los gobiernos para conocer nuestras vidas y controlarnos y a los que usan las corporaciones para vender todo tipo de productos. Nuevos instrumentos de vigilancia podrían diseñarse para servir a los ciudadanos en su lucha contra la corrupción.

Refiriéndose a un sistema auténticamente democrático sostiene que los rivales no se definen como enemigos, que están dispuestos a aceptar el veredicto de las urnas y que las elites deberían estar llanas a reconocer que todo lo que poseen no es solamente el resultado de sus esfuerzos. La ausencia de estas condiciones conduce a la guerra civil o a la dictadura.


[1] Soublette, G., Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megacrisis, (Santiago: Ediciones de la Universidad Católica de Chile), 2020, p. 55.

[2] Ruiz, C., Octubre chileno. La irrupción de un nuevo pueblo, Santiago de Chile: Tauros, 2020.

[3] Ibid., p. 54

[4] Ibid., p. 102

[5] Ibid., pp. 114-115.

[6] Ibid., p. 105.

[7] Ibid., p. 56.

[8] Ibid., pp. 49-50.

[9] Ver Escobar, P., “Yuval Noah Harari y su mensaje a los empresarios: “Espero que entiendan su responsabilidad… que aunque seas un billonario no es sólo gracias a ti”, Economía y Negocios, El Mercurio, 20 de Enero de 2020, p. B5.

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