Ernesto Ottone – Marx después de Marx
La contribución de Marx “es gigantesca y es por ello que, sin compartir su visión sistémica y sus visiones deterministas es posible utilizar sus conceptos , sus análisis , sus intuiciones y categorías para comprender la realidad. Un número importante de sus herramientas teóricas están tan incorporadas a las ciencias sociales contemporáneas que muchas veces son utilizadas con naturalidad como lenguaje teórico compartido”
El destino intelectual y político de Marx es muy singular. Solo los grandes fundadores de religiones tuvieron a la vez tanta influencia y tantos adeptos como también tantos contradictores.
Sesenta años después de su muerte una gran parte de la población mundial vivía en países cuyos Estados proclamaban inspirarse en sus ideas. Sus pensamientos o las interpretaciones que de él hacían sus seguidores tenían un enorme peso en el debate intelectual. Sus adeptos se contaban por millones en el mundo.
Ciento treinta y siete años después de su muerte, solamente un gran Estado, la China, proclama inspirarse en sus ideas al mismo tiempo que construye la economía capitalista más grande del planeta, situándose en el segundo lugar del ranking mundial de billonarios.
Los otros, como Cuba y Corea del Norte poseen pequeñas economías a las que no les va muy bien. Vietnam, que tiende a adoptar el tipo de economía China, sale algo mejor parado.
Las ideas de Marx no tienen hoy la presencia y el vigor que tenían en el debate de ayer y los partidos políticos que se declaran marxistas son en general muy minoritarios.
Pero esta caída de la influencia intelectual no significa que su pensamiento se haya convertido en una pieza de museo carente de toda actualidad.
Marx fue el crítico más agudo del capitalismo de su tiempo, además que su pensamiento fue fundamental para explicar la transición del viejo mundo a la sociedad industrial, a través de la crítica y de la economía y la filosofía clásica. Su contribución no concluye sin embargo ahí, se propuso también desarrollar una teoría general del movimiento de la historia , aquello que conocemos como el materialismo histórico.
Norberto Bobbio señala con pertinencia que “Marx marca una verdadera ruptura con toda la tradición de la filosofía política moderna. Mientras esta tiende a ver en la sociedad pre estatal (se trate del Estado de naturaleza de Hobbes, la sociedad natural de Locke, el estado de naturaleza o primitivo de Rousseau, o el estado de relaciones de derecho privado-natural de Kant o la familia y la sociedad civil Hegel) una infraestructura real si, pero efímera, destinada a ser disuelta en la estructura del Estado y por lo tanto que desaparece totalmente o en parte una vez que se ha constituido el Estado. Marx considera al Estado entendido como el conjunto de las instituciones políticas, en que se concentra la máxima fuerza imponible y disponible en una determinada sociedad, pura y simplemente como una superestructura respecto a la sociedad pre estatal, que es el lugar donde se forman y se desarrollan las condiciones materiales de existencia y en cuanto superestructura destinado a desaparecer a su vez en la futura sociedad sin clases”[1].
Es verdad que ni su visión general de la historia ni del desarrollo del capitalismo están exentos de errores, de contradicciones ni de reduccionismos.
Las cosas tomaron un camino más sinuoso y complejo de lo que él había imaginado.
Pero así y todo, su contribución es gigantesca y es por ello que, sin compartir su visión sistémica y sus visiones deterministas es posible utilizar sus conceptos, sus análisis, sus intuiciones y categorías para comprender la realidad.
Un número importante de sus herramientas teóricas están tan incorporadas a las ciencias sociales contemporáneas que muchas veces son utilizadas con naturalidad como lenguaje teórico compartido
Incluso los problemas actuales de la baja modernidad, para usar el término de Touraine, pueden ser analizadas con categorías creadas por Marx.
Una primera conclusión entonces, para entender la importancia de Marx es la de un Marx sin marxismo, como parte del patrimonio de las ciencias sociales contemporáneas.
Pero claro, no podemos separar el Marx teórico del Marx político, el revolucionario y el profeta. En su vida estos diferentes aspectos están ligados, podemos separarlos solo por razones metodológicas , pero el teórico es al mismo tiempo el agitador , aquel que discute con un jarro de cerveza en la mano en las tabernas, que se acalora e insulta a los que no piensan como él, que trasnocha en las imprentas o escribiendo artículos de combate o que participan en interminables reuniones para organizar asociaciones revolucionarias.
Su certeza de tener la razón surge del convencimiento que tiene de haber descubierto la explicación profunda, verdadera, científica del desarrollo de la sociedad.
Los grandes pilares de esa ciencia serán además de la temprana teoría de la alienación, la teoría del valor, la teoría del salario y de la plusvalía en el plano económico y en el plano político la teoría de la dictadura del proletariado como puente necesario para el paso inevitable de la sociedad capitalista a la sociedad comunista.
Su visión profética será que el modo de producción capitalista, a diferencia de los modos de producción precedentes o paralelos (como el modo de producción asiática) conlleva el término de las sociedades basadas en antagonismos de clase y del inevitable camino hacia una sociedad sin Estado, sin dominación de clase, auto regulada, compuesta por hombres libres, terminando así con “el fin de la prehistoria de la sociedad humana.”
Pero las cosas no pasaron así.
Es cierto que Marx no podía imaginar que en último cuarto del siglo XIX la tecnología comenzaría a dar grandes saltos aumentando el nivel de productividad, que los sindicatos a través de sus batallas obtendrían una mejoría en sus condiciones de vida, que los gobiernos comenzarían a hacer reformas y que la pauperización de la clase obrera no sería inevitable, incluso sin que la tasa de explotación descendiera necesariamente.
El capitalismo resultó ser maleable, flexible, innovador, capaz de atravesar crisis y guerras sin auto destruirse.
De otra parte, cuando sus seguidores lograron llevar a cabo revoluciones, como sucedió primero en Rusia y después en China, la larga transición del capitalismo al comunismo a través del puente de la dictadura del proletariado, concluyó siendo un extraño puente que llevaba del capitalismo al capitalismo.
Pero hay un tercer aspecto del pensamiento de Marx que explica la resiliencia a sus errores de previsión, derrotas políticas y los avatares históricos con poco de dulce y mucho de agraz de sus seguidores.
Ese tercer aspecto es su proposición ética para las relaciones humanas, una promesa prometeica de un futuro de libertad suficientemente difusa en el tiempo para que los hechos no puedan anularla.
Se trata de una ética que pretende tener una base objetiva y capaz de obtener una redención colectiva, cuestión que los pobres seres humanos perseguimos siempre con angustia.
Contrariamente a la concepción de Adam Smith donde el egoísmo individual genera la virtud colectiva, en Marx sería el interés colectivo el que evita el egoísmo individual.
Esta ética identifica además la universalidad con los condenados de la tierra, vale decir con los que tienen por perder solo sus cadenas, los proletarios. Finalmente es una ética que tiene algo de cristiana, cosa que Marx negaría con indignación.
Esta visión ética como todas las visiones categóricas tiene el defecto de reducir la complejidad humana, introduciendo una suerte de moral colectivista en la economía y suprimiendo así la relativa autonomía de ésta, lo que termina haciendo que en todas las sociedades donde se han aplicado sus ideas hayan concluido por ser sociedades autoritarias y más que eso, totalitarias.
Pero más allá de su rol intelectual, político y profético ¿Cuál es la actualidad del pensamiento de Marx para comprender mejor el mundo de hoy?
Si consideramos su pensamiento como un sistemas de análisis cerrado, la utilidad es muy improbable.
Estoy de acuerdo con Kolakowski en su debate con E.M. Thompson cuando dice “Usted sostiene que pensar en base a un sistema entrega excelentes resultados. Estoy completamente seguro, no solamente excelentes sino incluso milagrosos porque de una vez todos los problemas de la humanidad se resuelven”[2].
Si al contrario, hacemos un ejercicio de deconstrucción y tomamos algunos aspectos o categorías de análisis, podemos encontrar aspectos útiles para entender la actual fase de la globalización.
Como bien sabemos, han existido diferentes fases de desarrollo capitalista; la fase actual se caracteriza por un capitalismo desregulado, con una tendencia muy profunda a privatizar los beneficios y a socializar las pérdidas, que tiene como consecuencia una desigualdad creciente y una concentración de los ingresos y el patrimonio.
Las clases medias, que había florecido en fases anteriores del capitalismo en los países que alcanzaron altos niveles de desarrollo tienden a empobrecerse y aun cuando en los países emergentes amplios sectores han salido de la pobreza, quedan en un limbo de precariedad , en sociedades en su mayoría muy desiguales.
Creo que resulta forzado señalar que la fase actual ha hecho renacer la teoría de los rendimientos decrecientes, sin embargo no lo es notar que comienza a flotar un aire de familia con la profecía de Marx.
Este cierto parecido no está poniendo en peligro al capitalismo sino a la democracia, sistema al cual Marx no daba ninguna importancia.
Existe un párrafo en el Manifiesto que parecería hablar del presente “Todo lo que era sólido y estable se encuentra destruido, todo lo que era sagrado es profanado y los hombres se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas con desilusión[3].
¿Cuanto de esa desilusión existe en la crisis de la democracia y constituye en ocasiones, a lo menos en parte la fuente de tendencias autoritarias, nacionalistas, xenófobas y populistas que se extienden y que contribuyen a la elección popular en muchos países de personajes grotescos?
Las actuales tendencias en el desarrollo de la economía mundial, no tiene en su horizonte la superación del capitalismo , sino la contracción del ethos democrático.
Es en ese cuadro que debemos hacer frente a enormes desafíos que ya están en acción, que ya están presentes, el cambio climático, la transformación del mercado de trabajo provocado por la inteligencia artificial y la robótica, los desafíos éticos de las biotecnologías, las nuevas tensiones geopolíticas y sus efectos como la explosión creciente de los procesos de refugio y migración.
En fin, un mundo caracterizado por una agudización de la incertidumbre.
En un mundo así, es necesario que a nivel del pensamiento evitemos chapotear solo en el corto plazo y el nacionalismo metodológico, como nos dice Ulrich Beck. Para hacerlo hay una gran virtud de Marx que debe ser rescatada: Su audacia y su visión larga y universal, no se trata por cierto de reverdecer sus conclusiones, sería un error inútil, se trata de encontrar respuesta a los temas actuales con un pensamiento global y ambicioso que sea capaz de hacerlo protegiendo los aspectos fundamentales de una convivencia basada en la acumulación civilizatoria: la autonomía personal , la reflexividad, la libertad individual, la búsqueda de mayor igualdad social, y el respeto a la dignidad de todos a través de un ethos democrático renovado.
Versión en español del
texto presentado por el autor en el Seminario “Marx après Marx,” ,del Colegio
de Estudios Mundiales/ FSMH de Paris en mayo de 2019, en un diálogo con Alain
Touraine
[1] Bobbio Norberto, Matteucci Nicola, Pasquino Gianfranco “Diccionario Político Siglo XXI,” 1982, México.
[2] Kolakowski Leszek “Porque tengo razón en todo” Melusina, Barcelona, 2007.
[3] Carlos Marx, Federico Engels “Manifiesto Comunista” ediciones elaleph.com, 2000.
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Excelente contribución de Ernesto Ottone a la apreciación del pensamiento de Marx en el siglo XXI. Ayuda no solo a evitar la trampa del nacionalismo metodológico y del cortoplacismo, sino que nos reconduce a Beck ( y desde luego a Marx) y la necesaria superación de las falsas soluciones personales de los problemas sistémicos.
Ernesto, acabo de leer el trabajo que presentaste a un Seminario sobre Marx en Francia. Gracias por ayudarnos a levantar la vista en esta gris realidad política que viven el mundo político y los medios de comunicación chilenos, enfrascados en temas menores de cortísimo plazo y ciegos y sordos ante las amenazas que se ciernen sobre la democracia en todo el mundo
Un abrazo.
Julio Sau.