Claudio Elórtegui – El nuevo reto democrático del periodismo político: Inteligencia Artificial
“Una prensa enferma, por tanto, no logra establecer los roles de vigilancia mínimos sobre los entornos políticos, con la complejidad añadida de que el poder político contemporáneo avanzó en la sofisticación tecnológica para que su influencia no se perciba, o se piense que es mínima en los efectos sociológicos de la comunicación en las sociedades contemporáneas”
Hace algunos años, Crisóstomo Pizarro y Ernesto Ottone señalaban en uno de los cuadernos del Foro (Cuaderno XIV, Globalización y Democracia), que “la democracia necesita que el cambio político provocado por la globalización no niegue sino que navegue en las nuevas tecnologías de la comunicación, evitando la concentración de poder y favoreciendo las decisiones compartidas” (2014: 80).
Cuando leí esa cita, no pude estar más de acuerdo. Y lo sigo estando, independiente de que liderazgos dañinos para la ya frágil democracia estén ocupando la primera línea del poder político global, mediante un portentoso pero a veces también oculto desarrollo tecnológico digital. El poder desde que es poder ha convivido con la innovación comunicacional para los fines que establezca como posibles. Pero en la democracia, el poder también tiene controles, y uno de ellos es el ejercicio libre del periodismo. De hecho, uno de los eslabones de cualquier democracia es su sistema periodístico y una de las dimensiones posibilitadoras de la comunicación política en los estados modernos, es la prensa.
La comunicación política permite el intercambio de los flujos informativos generados por los diversos actores que componen la democracia, otorgando a la ciudadanía marcos de referencia y accesos a esas informaciones que luego se constituyen en una “data estratégica” para la dinámica del posicionamiento político y de lo público.
Cuando la prensa, sobre todo la política, es un elemento ornamental o está volcada a roles predominantemente de infoentretenimiento en la comunicación política (como se ha podido demostrar en diversas investigaciones empíricas a nivel local e internacional), su capacidad para favorecer y oxigenar una democracia desde sus competencias, se va mermando, disipando, hasta transformarse en una ilusión existencial.
Una democracia enferma es muy probable tenga una prensa enferma. Una prensa enferma es aquella que no logra sustentarse en el tiempo mediante valores democráticos y ciudadanos que apelen a una cuidada ejecución de la información por razones que pueden variar desde lo económico hasta lo cultural. Una prensa enferma, por tanto, no logra establecer los roles de vigilancia mínimos sobre los entornos políticos, con la complejidad añadida de que el poder político contemporáneo avanzó en la sofisticación tecnológica para que su influencia no se perciba, o se piense que es mínima en los efectos sociológicos de la comunicación en las sociedades contemporáneas.
La potencial colaboración Trump-Facebook en tiempos electorales exhibió un arma de deterioro masivo para la democracia que está siendo aplicada en diversas partes del mundo, favoreciendo la “ideología Bannon” y estableciendo las bases de posibles dictaduras digitales. Frente a esta colosal amenaza y con un periodismo político limitado en sus movimientos de acción por escenarios endógenos y exógenos, estructurales y orgánicos que lo condicionan, se debe evitar que el eslabón periodístico llegue a la extinción en nuestros países. Estamos en un punto clave. Y pongo nuevamente en el centro de la reflexión la cita de Pizarro y Ottone (2014).
La tecnología también puede favorecer el presente periodístico, en pos de la recuperación de las confianzas públicas. Tanto de las propias sospechas que genera la calidad periodística en la ciudadanía, como del control efectivo que el periodismo podría ejercer en el mundo político. La Inteligencia Artificial es hoy la que está en el medio de este desafío democrático. Hábilmente, los populismos ya cuentan con la utilización de la IA para el desarrollo de su comunicación política. Pero el periodismo político en algunos lugares del mundo está comprendiendo que su prioridad también está en disputar ese espacio tecnológico y emplear la Inteligencia Artificial para cumplir con sus funciones vigilantes. Herramientas como Chequeabot, Claimbuster, Factmata, Amber, Serelay y Truepic permiten la verificación de hechos e imágenes y luchar contra las fakenews-deepfakes, por ejemplo.
El periodismo político debe comprender además que sus modelos de trabajo deben actualizarse. Esto es difícil, implica un cambio mental y dialogar menos con los lobbistas políticos y más con los científicos de datos. En este plano, habrá que ver si lo que intenta hacer Jeff Bezzos (propietario de Amazon) en The Washington Post provoca una revolución en la sala de redacción de su diario, mejorando las prácticas periodísticas y corrigiendo además los sesgos naturales que la Inteligencia Artificial contiene. El propio periodismo político puede en el corto plazo investigar sobre los algoritmos que toman las decisiones que afectan nuestras vidas en democracia, algo que están intentando realizar iniciativas informativas como ProPublica o The Markup aplicado a lo cotidiano. Los reportes de responsabilidad algorítmica serán un área nueva y fundamental en los informes de investigación política, sobre todo pensando en las políticas públicas del futuro y las promesas de campaña del presente.
Finalmente, la relación entre la ciudadanía y el periodismo político es otra dimensión de fortalecimiento democrático. La prensa debe generar los espacios de colaboración para que la información relevante de las personas y sus comunidades ingrese al flujo informacional. Medios internacionales han aplicado IA para detectar estos problemas y convertirlos en noticia, diversificando la agenda, ampliando el control temático de los políticos y estableciendo un diálogo necesario con la ciudadanía, como los chatbots creados por Quartz Bot Studio, o el aprendizaje automático para el reconocimiento de potenciales informaciones en redes sociales (Newswhip o Graphext).
El futuro de la democracia no es un tema del mañana. Es la convicción de establecer las innovaciones pertinentes en el presente, sobre todo en la dimensión comunicacional de la política y de sus distintas expresividades mediáticas-periodísticas.
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