Más de 2000 migrantes han muerto en el Mediterráneo en lo que va de año
La mayoría de las víctimas fallecieron en el Mediterráneo central, entre Libia e Italia, a pesar de que España es el país europeo donde se están produciendo más llegadas. Se trata de la ruta marítima más peligrosa del mundo para refugiados y migrantes. La Agencia de la ONU para los Refugiados pide que se permita a las ONG llevar a cabo operaciones de rescate.
Cuatro personas aparecieron muertas frente a las costas de Cádiz, en España la semana pasada. Viajaban en una embarcación de madera que encalló al llegar a la costa en un arrecife en la playa de Los Caños de Meca. Los supervivientes relataron como vieron hundirse a sus compañeros. Otros 13 inmigrantes perdieron la vida cerca de Melilla al tratar de acceder a España en patera. Los efectivos de emergencias encontraron a los fallecidos dentro de una embarcación con, al menos, otros 40 inmigrantes.
Estas dos últimas tragedias han hecho que la cifra de muertos al intentar cruzar el Mediterráneo haya sobrepasado los 2000 este año.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), un total de 150.000 solicitantes de asilo y migrantes han conseguido llegar a Europa en 2018. El nivel es similar a los registrados antes de 2014, cuando comenzó la gran crisis de refugiados en Europa. Sin embargo, el número de muertes ha aumentado fuertemente, particularmente en el Mediterráneo central (entre la costa del norte de África e Italia), donde se han registrado la mitad de los fallecimientos.
“Durante muchos años, el Mediterráneo ha sido la ruta marítima con mayor mortalidad para refugiados y migrantes en el mundo, que siga siendo así debería ser inaceptable para todos”, decía Charlie Yaxley, el portavoz de ACNUR.
En septiembre, uno de cada ocho migrantes que cruzaban murió, lo que, según ACNUR, se debe en gran parte a la reducción en las operaciones de búsqueda y rescate.
Algunas organizaciones humanitarias han tenido que dejar de rescatar en el mar por las restricciones logísticas y legales que han impuesto los países europeos. Esto ha hecho que en el Mediterráneo central ahora mismo no haya ningún barco de estas organizaciones. “Si las operaciones de rescate de las ONG se detienen completamente, estamos ante el riesgo de volver a la misma peligrosa situación que vimos en Italia después de que la operación naval Mare Nostrum terminó en 2015 y cientos de personas murieron en un solo incidente cerca de la costa de Lampedusa”, comentó el portavoz.
La mayoría de los muertos se han ahogado intentando alcanzar Italia, aunque España se ha convertido en el principal destino de los migrantes este año. Más de 47.000 personas han llegado al país, comparados con unos 21.880 a Italia y 26.800 a Grecia.
La guardia costera de Libia vigila las aguas del país, pero es un área de más de 160 kilómetros cuadrados, por lo que necesitan apoyo. ACNUR pide que se permita contribuir a las operaciones de rescate a las organizaciones que quieran y recuerda que todas las personas que son encontradas en aguas internacionales, es decir más allá de 12 millas náuticas de aguas territoriales libias, no deben ser devueltas a Libia, donde “las condiciones no son seguras”.
Propuesta regional
“Es urgente romper el impasse actual y dejar de tomar decisiones bote a bote de donde desembarcan los pasajeros rescatados. ACNUR y la Organización Internacional para las Migraciones han propuesto una solución regional que daría claridad y predictibilidad a las operaciones”, recordó el portavoz.
Las dos agencias propusieron un enfoque “colaborativo” entre la Unión Europea, la ONU y la Unión Africana. Las personas rescatadas en aguas internacionales deberían ser trasladadas rápidamente a la costa en ubicaciones seguras en la Unión Europea y, eventualmente, en otros lugares.
Esas propuestas se complementarían con más cuotas de reasentamiento, más reunificación familiar, así como con un mayor apoyo a los países donde desembarcan las personas.
Fuente: Naciones Unidas.
UNICEF / Alessio Romenzi Una barca con decenas de sirios llega a las costas de Lesbos, en Grecia, en septiembre de 2015.
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